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Mostrando entradas de enero 10, 2010

La carta

El cartero me contó después que había visto al director sosteniendo la carta con una mano desmayada mientras su mirada se perdía en el infinito. Todo el mundo en el sanatorio, incluido el director, llamaba cartero al enfermero encargado de repartir el correo, un buen tipo. Raro en él, comentó, qué pondría la carta. No lo sé y ya nunca lo sabré; no me dejan hacer llamadas, privilegios de los los que estamos locos, según dictamen de un especialista que babea y tiene ojos de sádico, pero competente al parecer para discernir la locura de...¿de qué? De la no locura, digamos, porque cordura, lo que se dice cordura, nadie puede saber si existe o qué es con exactitud, salvo por oposición a la locura, más detectable, y también, mal que les pese a los doctores, mucho más abundante. Mundo de locos y de necios. Afortunados los locos porque de ellos serán los manicomios celestiales. A los necios que les den. Pero aquel día abracé de nuevo la felicidad. Mi Jenny, mi adorada Jenny, había venido a