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Mostrando entradas de febrero, 2013

Adiós, amigo

Antes de yo buscarte te encontraba pero de hacerlo tardaba en encontrarte disimulando entonces no ver que allí estabas por la simple burla de desconcertarte. Fuiste fiel y bueno y además roncabas como quien no tiene en su conciencia lastre y fuiste tímido y jamás entrabas en casa, por más que me empeñara en invitarte. En tu manto de pelo limpio y noble lloro una pena que se irá a buscarte a lomos de ese tiempo que fulmina al roble. Bajo un naranjo que no acierta a llorarte tu enorme cuerpo muerto abulta el doble. Hay una eternidad que te requiere. Parte.

Venganzas

Aparcado en mitad de la noche frente a la ventana de mi cuarto y también frente a la ventana del cuarto de mi madre un interminable parpadear de luces de cigarrillos dentro de aquel coche siniestro me estaban anunciando desde que la tarde en mi barrio se deshizo en oscuridad que la amenaza muda que recibí de Truman el Sordo no había caído en el olvido, que Truman tal vez era sordo -eso nadie lo sabía con certeza- pero que su memoria funcionaba como un reloj. Como ese reloj que le birlé a Wilford el Cegato un segundo antes de que la mirada desencajada de mi amigo Toby me advirtiera del error que estaba cometiendo y que ya no podría deshacer porque aunque Wilford fuera cegato -tampoco esto se sabía con seguridad- poseía un sexto sentido para las cosas que se salían de contexto, como que un mocoso y harapiento huérfano de policía lo ridiculizara afanándole en mitad del pasillo del cole, justo a la salida de los vestuarios, el reloj que Truman le había regalado un día en agradecimiento a

La otra

Esta mañana he conocido, por fin, a la nueva secretaria; hoy ha sido su primer día en la fábrica. Es una chica joven, no más de veintiocho o treinta le calculo, de buen aspecto, incluso guapa, y se ve que se esfuerza por caer bien. Me la ha presentado don Abundio en su despacho, al que nos ha convocado a las dos, para dar la bienvenida a Fabiola Yáñez a su nueva empresa, y para especificar los cometidos y tareas de cada una, ya que vamos a compartir en adelante un puesto   que hasta este momento, y durante más de veinte años, ha sido de mi exclusiva responsabilidad: secretaria personal del Presidente y Director General de la compañía Ahumados Pitanza –en un principio al servicio de don Arcadio Pitanza, padre de don Abundio, que a los pocos años de mi incorporación a la empresa le sustituyó, por fallecimiento del padre-. Al tratarse de una empresa familiar, su organigrama presenta un esquema jerárquico bastante tradicional: en la cúpula se sienta -metafóricamente,