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Mostrando entradas de abril, 2012

Cuando lo antinatural se impone

No creo en maleficios pero si en rachas de buena o mala suerte. Hoy han eliminado al mejor equipo del mundo con dos armas mortales: un excelente juego defensivo, un catenaggio elaborado en su forma más sublime, pero sobre todo y a eso iba, una concatenación de jugadas concebidas por el destino para perjudicar al Barcelona a pesar de ser muy superior al Chelsea. Porque o estos últimos cuatro años el equipo culé ha ganado tantos trofeos gracias a justamente lo contrario, una casi imposible cadena de aciertos en los momentos adecuados, algo muy improbable y hasta antagónico con su juego de ballet sublime, o el duendecillo de la mala hostia decidió esta noche pincharle los huevos a los del Barça y ridiculizar al, repito, mejor equipo del mundo hoy día. No sé cuánto más durará la magia futbolera del Barcelona, pero para bien del fútbol y de los que apreciamos el arte, espero que al menos dos temporadas más.

Payaso

Esto de ser nómada debe de parecerse mucho a la esquizofrenia. Estoy aquí pero estaba allí hace nada, y estaría allí si no fuera porque ahora me toca estar aquí, y preferiría estar allí aunque estar aquí es cojonudo. Aquí y allí son uno y muchos lugares separados por el tiempo y la memoria, sitios de los que formas parte, estuvieras o no en ellos, espacios vacíos hasta que tú los habitaste o hasta que tú los habites. Lo que reviste de magia al mundo es la manera en que lo vivas, lo descubras, lo decores con tu presencia curiosa e insaciable. Ser nómada te libra de ataduras y, sí, tiene el inconveniente del lastre de tus maletas, pero a cambio te otorga la oportunidad de elegir, de decidir echar o no el ancla, de levantar el vuelo antes de la tormenta, de dirigir tu vida hacia un norte desconocido, siguiendo un rumbo arbitrario sin brújula y sin remordimientos, y eso es el afán último, el destino de cualquier payaso que se precie de serlo.  

El cerebro de Einstein

Hace poco se llevó a cabo un experimento carísimo cuyos resultados desbarataban al parecer un postulado esencial de la teoría de Albert Einstein y, por consiguiente, la teoría en sí. Ahora resulta que pudo ser un fraude y el físico responsable del experimento ha dimitido. Una dimisión justificada más por la impertinente osadía de poner en tela de juicio la sabiduría de un sabio que hechizó o supo hechizar a sus contemporáneos con independencia de que estos tuvieran o no alguna noción de física que por los pormenores del experimento. Lo que de verdad entusiasmaba a la gente de Albert Einstein era la excelsa condición de genio que le atribuyeron a partir de su huída a Estados Unidos. Un genio, para los estadounidenses, comparable a Edison, lo que ya era comparar. Esa condición de superhombre tan alabada por todos se buscó en su momento en otros mortales que, a diferencia de Edison y Einstein, acabaron decepcionando por dejar un legado intelectual y no pragmático y utilitario. A ver, no