Un breve y sordo piar, un chapoteo un mudo mirar un miedo eterno y unas plumas que temblaban hendieron la piedad en sus costillas y brotaron la lástima y las lágrimas en la mujer mayor que no quería poner en juego una vez más su frágil calma . Mas la piedad de nuevo palpitó en su pecho que cien o mil pasiones despecharon y tendió su mano y apoyó su palma sobre unas plumas caladas hasta el alma.
Un alienígena alucinado.