Mil silencios de diáfana elocuencia Que nacen en un pecho cualquiera Dicen verdades redondas como eras Mas nadie presta oído a sus sentencias. Más de mil monólogos de ciencia Que expertos en saberes profirieran No alcanzaran a valer lo que valiera Un silencioso dolor de penitencia. Nos fue dada la voz y a voz en grito Desde entonces nos comunicamos Convirtiendo diálogo en refrito. Si hemos heredado nuestro oído ¿Por qué sólo la lengua utilizamos? ¿Por qué ser sordos, necios y aburridos?
Un alienígena alucinado.