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Mostrando entradas de febrero 26, 2008

La última llamada

Lo malo de padecer una enfermedad, aunque se trate de un simple resfriado, es que te quita la alegría, además de la salud. Esas gotitas de entusiasmo tan imprescindibles para levantarte cada mañana -o cuando sea que te levantes- con el ánimo propicio y la mente lubricada se evaporan en cuanto algún contratiempo de naturaleza patógena zancadillea tu salud y la deja por los suelos. La postración a que te obliga y la eventual convalecencia es un tiempo muerto en la vida que transcurre muy despacio, pero no se puede hacer nada contra eso: la naturaleza tiene su propio ritmo y, como dice Conrad, al tiempo no se le pude meter prisa. Lo malo es que su aliada, la muerte, no conoce la paciencia, esa sí que no espera, ni consiente demoras. Ni los más impuntuales acuden tarde a su cita con ella. El mismo Matusalén, que usó todas las triquiñuelas para demorar el encuentro, tuvo al final que claudicar y acudir a su llamada. Cuando el médico le dijo a Robert Louis Stevenson que si seguía con su vida