Hoy ha sido un mal día. He madrugado, he tomado un desayuno indigesto, he resuelto con mucho esfuerzo asuntos mañaneros sin duda concebidos para amargarme el día; he tomado un almuerzo suculento que me ha sentado como un tiro; la siesta, como siempre, ha sido un infierno; y solo una tarde de agradable esfuerzo personal sin sentido práctico -no entraré en detalles- me ha deparado la ilusión de una velada nocturna en la que una cena compartida con una chica joven y bella que quiso para los postres reservarme una sorpresa 'íntima' en un recóndito lugar donde, si accedía a acompañarla, me desvelaría los arcanos secretos del éxtasis sexual, consiguió animarme. Pero a los postres estaba reventado y con la libido en las antípodas gracias a un plato innovador a base de seso de cangrejo y criadillas de búfalo que me desinfló la moral. Mi bella acompañante se fue diluyendo ante mis narices por los efectos de un vino cosecha del 54 que me transportó a una época sin duda excitante pero
Un alienígena alucinado.