Ir al contenido principal

Entradas

Olfato literario

  Me gusta hacer como que hago de ratón de biblioteca, pero solo en blibliotecas frívolas, como Fnac o Casa del Libro. Las serias apenas las visito porque la miasma del muermo que desprenden me producen sopor. En las frívolas, desprovisto del hábito de la canonjía, me muevo a mis anchas y disfruto como un enano. Enano, enano... ¡El señor de los anillos! La leí tres veces, la primera convaleciendo en un hospital de Málaga en pleno Agosto. Soporté el suplicio de semejante convalecencia gracias a Mr. Tolkien y su universo, tan minucioso que acaba por dar miedo. Miedo a la posibilidad de lo otro, y ese miedo me alegró las noches de calor infernal. Gracias señor Tolkien. Por cortesía no opinaré sobre la película que años más tarde se hizo. Además no la he visto. (Me temo que voy por mal camino). Hace unos doce años, hurgando entre los estantes más bajos de una de esas frivolitecas (anda, me acabo de inventar una palabra), rescaté dos libros casi polvorientos, bueno, al menos uno...

Robinson y la economía

  Es difícil, a pesar de carecer uno de unos mínimos conocimientos sobre economía y finanzas -y por consiguiente de políticas económicas y financieras- sustraerse a la tentación de elaborar -es un decir- su propia teoría de por qué estamos atrapados en esta espantosa crisis que, digámoslo, es ya mundial. Antes de exponer mi teoría permítanme que les cuente a modo de anécdota tal vez aclaratoria lo que un servidor oyó en una clase de macroeconomía dentro de un programa para directivos tipo MBA. El profesor era didáctico, elocuencia no le faltaba y se complacía escuchándose. Esto fue más o menos lo que dijo para ilustrar el fenómeno de la inflación, que es muy resumidamente el alza injustificada de los precios de los productos de consumo con el consiguiente deterioro del poder adquisitivo de las rentas de las familias. “ Imagínense a Robinson Crusoe, náufrago a la fuerza -y qué náufrago no lo es- y único habitante de una isla desierta, es decir, sin congéneres. Robins...

Adiós, amigo

Antes de yo buscarte te encontraba pero de hacerlo tardaba en encontrarte disimulando entonces no ver que allí estabas por la simple burla de desconcertarte. Fuiste fiel y bueno y además roncabas como quien no tiene en su conciencia lastre y fuiste tímido y jamás entrabas en casa, por más que me empeñara en invitarte. En tu manto de pelo limpio y noble lloro una pena que se irá a buscarte a lomos de ese tiempo que fulmina al roble. Bajo un naranjo que no acierta a llorarte tu enorme cuerpo muerto abulta el doble. Hay una eternidad que te requiere. Parte.

Venganzas

Aparcado en mitad de la noche frente a la ventana de mi cuarto y también frente a la ventana del cuarto de mi madre un interminable parpadear de luces de cigarrillos dentro de aquel coche siniestro me estaban anunciando desde que la tarde en mi barrio se deshizo en oscuridad que la amenaza muda que recibí de Truman el Sordo no había caído en el olvido, que Truman tal vez era sordo -eso nadie lo sabía con certeza- pero que su memoria funcionaba como un reloj. Como ese reloj que le birlé a Wilford el Cegato un segundo antes de que la mirada desencajada de mi amigo Toby me advirtiera del error que estaba cometiendo y que ya no podría deshacer porque aunque Wilford fuera cegato -tampoco esto se sabía con seguridad- poseía un sexto sentido para las cosas que se salían de contexto, como que un mocoso y harapiento huérfano de policía lo ridiculizara afanándole en mitad del pasillo del cole, justo a la salida de los vestuarios, el reloj que Truman le había regalado un día en agradecimiento a ...

La otra

Esta mañana he conocido, por fin, a la nueva secretaria; hoy ha sido su primer día en la fábrica. Es una chica joven, no más de veintiocho o treinta le calculo, de buen aspecto, incluso guapa, y se ve que se esfuerza por caer bien. Me la ha presentado don Abundio en su despacho, al que nos ha convocado a las dos, para dar la bienvenida a Fabiola Yáñez a su nueva empresa, y para especificar los cometidos y tareas de cada una, ya que vamos a compartir en adelante un puesto   que hasta este momento, y durante más de veinte años, ha sido de mi exclusiva responsabilidad: secretaria personal del Presidente y Director General de la compañía Ahumados Pitanza –en un principio al servicio de don Arcadio Pitanza, padre de don Abundio, que a los pocos años de mi incorporación a la empresa le sustituyó, por fallecimiento del padre-. Al tratarse de una empresa familiar, su organigrama presenta un esquema jerárquico bastante tradicional: en la cúpula se sienta -metafóricamen...

Timidez

Un ruido en la ventana me despertó. Era un rasguear intermitente. Me levanté, abrí la ventana y lo vi. -¿Qué haces? -pregunté enfadado por el abrupto despertar. -Querrás decir: “¿Quién eres?”. -Ya sé quién eres y me gustaría saber por qué me despiertas, desgraciado. -Qué amable, eres realmente un tipo simpático, sobre todo cuando te diriges a desconocidos. -Tú no eres un desconocido, eres un coñazo. -¿Cómo que no soy un desconocido? ¿Acaso me has visto antes? -Desde hace un par de meses no paro de verte, eres un coñazo, repito. -Pues traté de pasar desapercibido, veo que ni para eso sirvo. -Eres torpe, pero inevitable; vamos, entra, sé que tampoco me puedes evitar. Y el gorrioncillo se arrebujó entre los pliegues de mi manta.

Pío pío

Pio, pio, pienso y rio pio, pio, en ti confío dulce amapola. Porque en ti veo que tú ya sabes que si me rio es por el frio que desafio, y solo fio mis tristes naves, pobres navíos, y pio y pio y amor no cabe y pio y pio en mi alma sola de caracola y pio y pio, yo a ti mi estío, tú a mi... tu a mí tú sola.