A diferencia de los de los humanos, mis sueños no sólo son inteligibles sino hasta factibles, sólo que de un modo un tanto complejo. Es como si al soñar, el universo de las posibilidades se multiplicara y fuese yo capaz de acometer o experimentar cada una de ellas en sincronía, con simultaneidad, viviendo así múltiples vidas al unísono sin dejar por ello de ser real cada una de ellas; y en todas soy el mismo, Bvalltu, el alienígena abandonado a su suerte en un mundo que no es el suyo, obligado por el destino a sobrevivir a unas condiciones para las que no fui concebido y a vivir una larga vida entre seres que me son por entero ajenos y a los que sólo me une el inevitable vínculo que el roce continuado acaba generando incluso entre individuos de diferente especie –ocurre entre los humanos y los perros, por ejemplo-. Sólo cuando sueño despierto, se trueca lo soñado en imposible, como cuando me pierdo en añoranzas sobre mi madre y mi mundo, a los que de sobra sé que no me será dado ver en esta vida, tan real como las infinitas soñadas cuando duermo, pero al cabo la con inexorabilidad regida por mi auténtico destino. (Ahora que lo pienso, podría ser que esta reflexión que estoy anotando estuviese ocurriendo en una de esas infinitas vidas alternativas por el hecho de estar ahora yo dormido y no ser consciente de mi pasajera inconsciencia. ¡Que follón!).
Es peculiar y me es muy cercano el optimismo de que hace gala Woody Allen. Dice que él siempre ve el vaso medio lleno, pero de veneno. Yo, para ir más lejos que él y aventajar a su ironía con mi resentimiento, diré además que ofrecería encantado el vaso, con el embuste de que degustaría un excelente vodka, a más de un indigesto paisano con el nada encomiable fin de quitármelo de en medio. No es una cuestión de mala o buena condición ni tampoco pertenece al universo de la ética, sino un simple asunto de sentido práctico: en el planeta comienza a sobrar gente ¿verdad?, pues empecemos tirando por la borda a unos cuantos cabrones.
“Nunca olvido una cara, pero con usted estaré encantado de hacer una excepción”. Marx, Groucho.
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