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Lo subjetivo

La diferencia entre creerse buena persona o considerarse mala persona es muy similar a la que existe entre ser buena persona o no ser buena persona. Con el pequeño matiz de la subjetividad y el sentimiento de culpa y que, en ausencia constatada de la objetividad -siempre inaprensible- y la autoindulgencia, tiene su miga. Seamos sofistas –con perdón-; si la objetividad es una entelequia, es decir, nunca una verdad verdadera, y la subjetividad consiste en lo que a cada cual le salga de los cataplines, bien por hacer, bien por interpretar: ¿qué verdad podremos alcanzar sirviéndonos de nuestro  intelecto, tan limitado como, oh Dios, subjetivo? Ninguna. Esto lo han promulgado filósofos de todas los tiempos, y lo corroboro yo con la autoridad que me otorgan mis limitadas entendederas y mis ganas de decir lo que me sale de los cataplines. Joder. En ausencia de réplicas, que para eso mi blog es mío y no admito intrusionistas, declaro que divago por el placer de divagar y quien no entrevea un hilo conductor argumental en este humilde rincón de vertidos gaseofáceos es que está en inmejorables condiciones intelectuales para mandarme a tomar por el culo. Y yo que lo respeto, porque tendrá más razón que un santo. Vaya mierda de blog, perdonadme los que tengáis un corazón magnánimo. Los demás pues lo dicho, me mandéis a que me den.

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I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

Tempus fugit

Decía Oscar Wilde que es muy difícil acostumbrarse a dejar de ser joven, porque joven es lo que uno ha sido toda la vida. Estoy empezando a comprender el verdadero sentido de la frase. Desde hace algún tiempo mi mundo parece estar convulsionado, es diferente siendo el mismo, se me antoja otro, con matices que antes no apreciaba y que lo transforman por completo, como cuando una mujer se arregla para una fiesta y de repente la ves de otra manera porque parece otra con los arreglos y los afeites, aunque en el fondo siga siendo la misma. Pues de un tiempo acá noto que mis sobrinos, que eran unos macacos hace nada, empiezan a parecerse a los adultos que dentro de poco serán; que mis mayores, hasta ayer mismo adultos lozanos, van perdiendo lustre día a día, tropiezan más, se les olvidan los encargos, encogen y se arrugan. Y yo me siento atrapado entre esos dos tsunamis de la existencia: el que arroja al mundo vida joven y el que se lleva vida vieja. Y me siento descolocado, desubicado, per...