Ir al contenido principal

Lectores y lecturas

La literatura artística utiliza como materia prima las palabras, y ocurre que las palabras -el lenguaje- son un instrumento de comunicación y de difusión del conocimiento además de un medio de arte. Tenemos así una ‘literatura de conocimiento’ y una ‘literatura de imaginación’, o bien una única literatura con dos dimensiones: una dimensión utilitarista o de uso y una dimensión hedonista o de disfrute. En el primer caso no hay posibilidad de error porque tanto el autor como el lector son conscientes de su finalidad, que no es otra que el incremento del nivel de conocimiento que poseemos y la mejora de nuestra capacidad de pensar y reflexionar sobre los sucesos de la vida. En el segundo caso, la literatura de ficción, la cosa no está tan clara, y tanto el autor como el lector suelen incurrir en errores de bulto a la hora de abordarla.

No es infrecuente que algunos autores de ficción intenten colarnos en sus escritos su propia filosofía de vida o doctrinario filosófico. El lector experto sabrá detectar el fraude y colocará de inmediato el libro en el estante de los escritores poco fiables. El lector menos aventajado hará lo mismo aunque sin tener claro el motivo. Y es que no hay nada menos estimulante que las opiniones personales de un autor de ficción. Por otro lado, el mayor error que puede cometer un lector es abordar una pieza literaria con la intención de aprender, esto es, concebirla como un medio y no como un fin en sí misma, soslayando así su vertiente hedonista. De ese modo el lector –en este caso mal lector- estará despreciando lo mejor que la obra puede ofrecer y, según la obra, desaprovechando la oportunidad inestimable de disfrutar de una pieza artística de primera calidad. Pero es que hay lectores que no saben leer más allá del significado literal de las palabras, lo que constituye un inconveniente tan grave como la ceguera para quien quisiera recrearse con la contemplación de un buen lienzo, o la sordera para quien desease disfrutar de una sinfonía espléndida. Teniendo claro que estos últimos no tienen por qué ser literalmente ciegos o sordos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vacío

Hay ocasiones en las que uno no sabe sobre lo que escribir, aunque escribir sea un medicamento prescrito por el instinto de supervivencia. Son los ‘días marrones’ de los que se lamentaba Audrey Hepburn en una inolvidalble escena en la escalera exterior de su apartamento ante George Peppard, en ‘Desayuno con diamantes’ (gracias por todo Billy Wilder). Yo llevo semanas padeciendo esos días, o tal vez un interminable día que dura semanas. Adoro a Ray Bradbury, pertenece a una raza de escritores que no precisan lápiz ni papel: sus creaciones son trucos de magia y nunca se le ve nada en las manos, crea a la manera de los dioses, sin que los humanos alcancemos a conocer los ingredientes ni la manera de cocinarlos. Dice Bradbury que para escribir hay que vomitar por la mañana y limpiar por la tarde. Su curiosa metáfora lo dice todo, no hay límites para la creación, sólo acertados recortes y aditivos para mejorar el producto, o al menos ponerlo bonito. Y eso es todo. Tan fácil y tan compli

Divagaciones

L os amaneceres y las lluvias de estrellas, los eclipses y los ocasos, las hadas del viento y de la lluvia, el latido de tu corazón, una hormiguita, la mirada amarilla del sol, los versos tristes de una tarde de invierno, aquel amor que no pudo ser y este que tal vez será, ese niño jugando a las canicas, tu pelo húmedo después del baño, un rincón oculto en la penumbra, los verdes campos de las tierras fértiles, una estrella fugaz y un deseo, palomitas calientes en el cine, un perro chico que se equivoca de amo, la paloma de la paz sobre una estatua, el espejo del mar que refleja el cielo, un diablo en una botella, una sonrisa redentora, un viejo olmo cargado de recuerdos, ese libro que encendió una velita en tu corazón, un perro sin dueño ladrándole a la luna. ¡Qué corta es la vida!

Michael

Ayer murió Michael Jackson por disolución provocada. No es el veredicto médico exacto, pero es más exacto que el veredicto médico. Su difuminación comenzó a partir de su incapacidad para compatibilizar sus éxitos profesionales con sus fantasías de Disneylandia. Se creyó Peter Pan, pero con plenos poderes sobre su cohorte de pequeñajos, y le dolió menos la compensación económica de ciertos comportamientos con menores que la evidencia de que eran equivocados en esta sociedad, en este mundo que no era el suyo. A partir de esa certeza su tendencia etérea se acentuó, no sin antes confundir al mundo mostrando un cuerpo que ya no era el suyo. Por eso, viejo –muy viejo- aceptó por fin que ya era hora de marcharse, y lo hizo a lo Marilyn, sin dar ruido. Descanse en paz.