Llevo ya seis años con
esto de la escritura. Me pregunto cómo no descubrí a más temprana
edad esta vocación. Me pregunto cómo descubriéndola tan tarde no
me doy más prisa. Me pregunto a cuento de qué esos miedos que tanto
me paralizan. Me pregunto si ser un inmaduro me sujeta la pluma. Me
pregunto si antes de que lo fuera algo me la podría sujetar. Me
pregunto por el convencimiento del sentido de uno en la vida, que
nunca llega porque tal vez no lo haya, a pesar de Viktor Frankel y
sus teorías persuasivas. Me pregunto si uno escribe porque ese es su
sentido o para descubrir cuál es. Me pregunto por qué desde chico
leo tanto, y por qué lo sigo haciendo a pesar de que ya no todo -ni, por desgracia, una parte menor- lo
que leo me hechiza. Me pregunto si el hechizo es la finalidad de la
escritura, un hechizo justificado así solo lo sienta un solo lector,
o solo el escritor. Me pregunto si dar vueltas a las cosas me
modifica, me hace mejor. Me pregunto de nuevo si el sol sale para que
veamos la belleza de lo que no se puede escribir porque no posible
imaginarlo. Me pregunto por rutina, me pregunto por vergüenza, me
pregunto para ahogar un llanto, me pregunto sin saber por qué.
Porque sé que las preguntas tontas se quedan todas sin responder.
¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...
Comentarios
Toda verdadera explicación sencillamente no se puede explicar.
Un abrazo,amigo