En
su libro 'Straw dogs' ('Perros de paja') el pensador británico John
Gray desmonta por reducción al absurdo la idea de una 'voluntad'
humana inmanente. Los datos que aporta para sustentar su tesis, fruto
de concienzudos experimentos científicos, parecen inapelables.
No existe el libre albedrío. Somos como somos y hacemos lo que hacemos porque sería físicamente imposible ser de otro modo o hacer algo diferente. Nuestra naturaleza está sujeta a unas leyes insoslayables a las que obedecemos con la convicción ilusoria de que actuamos con criterio propio y soberano. Creemos regir sobre nuestros destinos cuando ni siquiera somos responsables de nuestros actos. Bueno, vale, será así, no digo que no, solo digo que Shakespeare construyó su universo genial sobre esa premisa determinista (sin avales científicos en su época) y ese mismo universo nos sigue conmoviendo siglos después porque está forjado con la materia de los mitos y de los sueños eternos. Podremos no tener elección, pero tenemos la capacidad de tener sueños, que son el alma de la esperanza. Y la esperanza se sale de todas las ecuaciones deterministas y nos devuelve la ilusión de voluntad propia y de libre albedrío. Seremos pues marionetas del destino pero siempre que nos creamos únicos seremos libres a pesar de las evidencias científicas. Yo, por ejemplo, soy el rey Arturo. ¿Alguien se atreve a negarlo?
No existe el libre albedrío. Somos como somos y hacemos lo que hacemos porque sería físicamente imposible ser de otro modo o hacer algo diferente. Nuestra naturaleza está sujeta a unas leyes insoslayables a las que obedecemos con la convicción ilusoria de que actuamos con criterio propio y soberano. Creemos regir sobre nuestros destinos cuando ni siquiera somos responsables de nuestros actos. Bueno, vale, será así, no digo que no, solo digo que Shakespeare construyó su universo genial sobre esa premisa determinista (sin avales científicos en su época) y ese mismo universo nos sigue conmoviendo siglos después porque está forjado con la materia de los mitos y de los sueños eternos. Podremos no tener elección, pero tenemos la capacidad de tener sueños, que son el alma de la esperanza. Y la esperanza se sale de todas las ecuaciones deterministas y nos devuelve la ilusión de voluntad propia y de libre albedrío. Seremos pues marionetas del destino pero siempre que nos creamos únicos seremos libres a pesar de las evidencias científicas. Yo, por ejemplo, soy el rey Arturo. ¿Alguien se atreve a negarlo?
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