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Entradas

La pitonisa

Hace años tenía una medio amiga que era medio maga, o medio bruja según otros amigos. Su futuro marido, cuando la conoció pensaba que era una maga encantadora, cuando se separaron estaba convencido de que era una bruja sin entrañas. Pues esta amiga era muy aficionada a adivinar el porvenir, quisieras tú o no quisieras. Quiero decir que era una pesada que en cuanto te descuidabas te cogía por banda y no paraba hasta que conseguía que respondieses una lista de preguntas con las que después confeccionaba tu ‘carta astral’, documento que, lo mismo que una ficha policial, recoge todos los hechos relevantes de tu vida pasada, y a diferencia de una ficha policial, también de tu vida futura. Una velada que un grupo de amigos pasábamos   en grata armonía me tocó a mí ser la víctima. Como no me quedaba otra que responder a sus incómodas preguntas decidí mentirle, creyendo ingenuamente que así mantendría al menos algo de dignidad. A los pocos días me llamó para comunicarme que ya tenía lista ...

La sirena

Esta mañana he visto de nuevo a la sirena. Estaba en la terraza de casa, contemplando el mar y disfrutando de unos rayos de sol, siempre bienvenidos tras interminables días de lluvia, cuando emergió lentamente de las aguas, más cerca que de costumbre, así que pude estudiarla con más detalle. Se tomó su tiempo para salir, como queriendo jugar conmigo no sé qué juego, pero empapado de un espumoso erotismo que me erizó el vello de la nuca. Primero fue la cabeza, la melena rubia partida por la mitad caía sobre sus hombros como una doble catarata de dorados reflejos; sus ojos glaucos de abismal mirada, qué ojos; sus labios que yo intuía rebosantes de salada humedad, qué labios. Emergió un poco más y dejó caer, paralelos, los brazos con que tapaba sus pechos, que quedaron desnudos y perlados de gotas de mar, qué pechos. Siguió subiendo con parsimonia, como si se tratase de un ritual arcano, sagrado y sensual. Entonces pude ver su vientre, qué vientre, su ombligo, qué ombligo. Un poco más, ...

Buenos y malos

Tendría yo unos cinco o seis años cuando una tarde de verano, en la casita de campo donde vivían mis abuelos y yo pasaba las vacaciones estivales, me dio por apedrear a una perrita sin raza que ellos tenían y por la que yo sentía, no obstante aquel repentino e inesperado arrebato, un gran cariño. Ella huyó con la cabeza vuelta hacia mí, sin apartar sus ojos asombrados de la ira infundada que despedían los míos. De inmediato me puse a llorar con desconsuelo. Allí aprendí que una buena persona puede portarse mal sin causa alguna, simplemente porque le apetece. Aquello me marcó dolorosamente y despertó en mí ya para siempre el anhelo por aprender a discernir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto. Descubrí con el tiempo que hay personas buenas que hacen el bien, personas malas que hacen el mal, personas buenas que hacen el mal y personas malas que hacen el bien. Estos dos últimos grupos son los que siempre me han interesado. Que alguien se ...

Deja vu

Hace unos días experimenté un ‘deja vu’, que es el término empleado por los psicólogos para referirse a la experiencia de estar viviendo algo que ya se ha vivido antes. Creo que todo empezó la mañana de ese mismo día cuando, sin venir a cuento, me dio por leer a Juan Escoto, filósofo irlandés del siglo IX. Escoto fue un portento de filósofo precoz, pero también poco riguroso y nada ortodoxo, y eso se advierte enseguida porque cuando topa con una aparente contradicción que debe salvar apelando bien a la fe, bien a la razón, opta invariablemente por esta última, comportamiento que estuvo a pique de salirle caro en más de una ocasión. Fue el primer filósofo que, ignorando la perenne espada de Damocles que suponía la censura del Papado de Roma, tuvo la osadía de abordar los asuntos relacionados con el dogma cristiano desde un punto de vista racional; y salió airoso –bien es cierto que la protección del rey francés Carlos el Calvo tuvo algo que ver con su suerte-. La proposición que cim...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Casi yo

Dos días antes de celebrar mi Primera Comunión le arrojé un papel a una niña que me gustaba en el que garrapateé con mano temblorosa unas líneas en las que le declaraba mi amor. Después salí corriendo para no enfrentarme a la vergüenza de su desdén. Al día siguiente me confesé ante el cura párroco de todos mis pecados antes de recibir por vez primera el cuerpo y la sangre de Cristo. Con un desparpajo que pronosticaba una forma pecaminosa de entender la vida no dije ni pío acerca del episodio acaecido el día anterior. Vestido de marinero y luciendo una sonrisa seráfica recibí en pecado la eucaristía y descubrí como en una revelación que pecar era divertido. “Cristo me ha enviado un mensaje”, pensé mientras deglutía la sagrada oblea. Desde aquel momento vengo confundiendo sin apenas darme cuenta lo que está mal con lo que está bien desde un punto de vista religioso, lo que me convierte en un pecador. Bajo la perspectiva de   la moral laica no soy más que un hipócrita. Según mi propio c...

Groucho

El mejor remedio que conozco para combatir el bloqueo creativo es hacer el indio. Cuando te comportas como un descerebrado te autoinduces un proceso de descerebración que anula la parte racional de la sesera –suponiendo que la tuvieses, la parte, digo, no el todo- dejando vía libre a la zona creativa para crear cuanto le apetezca sin la censura irritante de la vecina cabalidad. El mejor ejemplo que se me ocurre es Groucho Marx. Ese entrañable ‘cobrador del frac con lumbago’, como le llama un poeta de mi pueblo, era un especialista en hacer el ganso, un transgresor vocacional que convirtió su estrafalario comportamiento en un estilo de conducta que nadie más fue capaz o tuvo la valentía de asumir y también en un modelo de desconcierto basado en la paradoja y en el aparente absurdo. Groucho jugaba a hacer que jugaba a ser sensato para, en el momento menos esperado por el/sus compañeros escénicos, romper el molde y salirse del juego aparente y jugar a jugar genialmente el juego de ser é...