Vivimos en un estado de derecho y estamos acostumbrados a pedir responsabilidades a los organismos que dicho estado democrático habilita para que los ciudadanos expongan sus quejas, protegiéndolos así de los atropellos impunes que ciertas compañías de primera necesidad (energéticas, telefonía, etc) vienen cometiendo –bien que con una flamante y nueva piel de cordero más acorde con estos tiempos de persuasiva mentira publicitaria- desde hace lustros. El problema es que esos organismos pensados para tramitar las quejas de la ciudadanía no son todo lo diligentes que sería deseable, o peor, ellos mismos se han burocratizado y convertido en otra pieza del mismo engranaje usurpador de libertades que en un principio tenían por misión combatir. Llevo casi dos semanas sin Internet y cuando reclamo, me siguen contando el mismo cuento de hace veinte años (no en lo referente a Internet, entonces no existía): que si son los técnicos, que ya se sabe cómo son, que si hay saturación en las líneas, etc.) El OCU sólo interviene en segunda instancia, es decir, cuando el reclamante está ya hasta los mismísimos. Y si reclamas, ya sabes: que si los técnicos, que si hay sobrecarga en las líneas, etc. Ya va siendo hora de que en vez de contarnos el problema no proporciones soluciones. O de que se hagan el harakiri de una puta vez.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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