Siempre hay un grado de realidad en los sueños; en los sueños que se sueñan cuando dormimos, no en los que soñamos despiertos, porque estos carecen por completo de base real y suelen ser ilusiones irrealizables producidas por nuestra incapacidad para aceptar la realidad tal como es. La base real del sueño, distorsionada por el bromista subconsciente para que no la reconozcamos con facilidad, pertenece a la esfera de nuestra mente que se ocupa de procesar los hechos, pero que no sabe exactamente cómo hacerlo. Es como el departamento de una fábrica cuya función fuese ensamblar diversos ítems par dar forma a un producto acabado y en el que las órdenes de ensamblaje se hubieran perdido o al menos trastocado, con el consiguiente desorden en tareas y procesos y el previsible atasco si no acude alguien a remediar el entuerto. En los humanos, ese alguien, ese remedio, son los sueños. Al soñar, eliminamos piezas defectuosas del alma y lubricamos su maquinaría para que no se produzcan atascos indeseados. Las pesadillas son el resultado de la incapacidad del departamento de mantenimiento para arreglar algunas averías. Los sueños placenteros, los eróticos en especial, son el resultado del virtuosismo técnico de dicho departamento.
La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...
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