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Como siempre

Mi fino olfato de perro callejero me lleva hacia ti atravesando el manto brumoso y tenue de la noche. Merodeo por tus contornos y suplico con la mía una mirada tuya que disipe las tinieblas que me envuelven. Soy un superviviente de mil amores naufragados y mi vida zozobra de nuevo ante la galerna que desata en mi seno tu callada promesa de no ignorarme del todo. Tu presencia llena mi mundo y tus aromas de azahar alimentan mi pálida condición de perro loco y solo. Me humillo a tus pies, suplico en silencio una caricia, un murmullo amable, una mirada, algo, nada. Perplejo una vez más, casi abatido, me alejo tristemente de tu vera, aún esperando un milagro de última hora: un silbido tuyo, una llamada, para correr hacia ti ciego de alegría, ni siquiera esperando unas migajas, un reseco hueso de las sobras de tu misericordia, sino sólo contemplarte, eternamente contemplarte durante unos minutos por última vez una vez más, antes de que me eches de tu lado como siempre, y me aleje para siempre con el perfil de tu desprecio grabado a fuego en mi pecho desdichado. Como siempre.

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