Aunque pueda extrañar a quien me conozca, yo fui un niño muy sensato, o así lo creía; en realidad estaba convencido de ello, o eso quería creer. Recuerdo que una vez mi padre me preguntó qué quería ser de mayor y yo, sin dudarlo un segundo, respondí que de mayor quería ser un adulto. A mi padre la respuesta le molestó, tal vez porque tenía puesta en mí alguna esperanza de mejoría, o de algún atisbo de normalidad; me miró con pena y susurró: 'si no fueras tan listo tal vez serías menos tonto'. Mi aspiración infantil se ha cumplido en parte: físicamente no cabe duda de que soy una persona adulta. El resto de mis facetas, sean cuales sean, aún flotan a la deriva en el limbo indefinido de una niñez perpetua, sin encontrar una salida hacia delante ni hacia atrás, es decir, que ni maduro ni vuelvo al nido, sino que permanezco, indolente, en un ámbito ajeno al espacio y al tiempo, contemplando pasar la vida retrepado en mi desidia mientras mordisqueo un mondadientes.
Las leyes físicas siempre me han parecido un vano intento de ponerle puertas al campo, deseos insensatos de acotar lo infinito, porque nada tiene el poder suficiente para sujetar la imaginación. Ese es mi mundo, el mundo que siempre he habitado: el de los trenes voladores y los dragones miopes; el de los mensajes que viajan en botellas estelares arribando de cuando en cuando a planetas habitados por seres que siempre sonríen; el de nubes de algodón que sueltan lluvia de azúcar y miel sobre campos de refugiados moribundos, y dioses furiosos que aniquilan con los rayos que desprenden sus furibundas miradas a los causantes de tamañas tropelías; el mundo de los ultrasonidos que sólo yo oigo y el de los vientos que cambian su rumbo a mi antojo; el mundo de los árboles que crecen hacia abajo y de los ciervos que persiguen a los leones; un mundo sin leyes ni orden, sin códigos ni sistemas, sin comienzo ni final. Es el mundo que inventé cuando era niño mientras fingía que era sensato lo mejor que podía, pero no me salía bien y enseguida me calaban. Yo era y sigo siendo con orgullo un cabeza hueca, un soñador irresponsable, un aspirante a escritor alérgico a los desencantos. Para servir a ustedes.
Comentarios
Un abrazo sr. cabeza hueca (sonrío)