No sé si reírme o llorar, pero tengo un atasco en mis labores porque no sé cómo coño cambiar el formato de un texto y hacerlo más ancho. Nunca he querido someterme a la tiranía de los ordenadores -ni de ninguna otra máquina-, pero confieso que estoy, aunque no lo quiera, sometido. No se trata de una rabieta de niño perezoso o inepto sino de la constatación tremenda de que lo que hasta ayer tomaba por simple desgana de adentrarme en un mundo en teoría prescindible se ha revelado como la evidencia de que esa apatía hacia lo cibernético camuflaba una inseguridad ante la magnitud incierta de lo desconocido y una carencia de voluntad en mensurarlo. Tengo ante mí un texto de cierta anchura y quiero ajustarlo a las dimensiones de una nueva hoja virtual más grande, y no sé cómo hacerlo. Lo risible o lamentable es que a causa de mi impericia o ignorancia llevo empantanado casi un día -lo juro por Snoopy-. ¿Es justo, oh dioses, este castigo por mi desplante al ‘Progreso’? Reclamo hunildemente una columna de al menos treinta metros en mitad de un extenso desierto en la que, como Simeón ‘el Estilita’ pueda colgar mis muchas y vergonzosas carencias sin someterme al tormento de las risas de los filisteos.
La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...
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Un abrazo