Cuando era joven las chicas me decían que era un inmaduro. Ahora me lo dice todo el mundo. Lo cual prueba que el tiempo no siempre corre a favor de uno. Pero es que eso de madurar debe de ser un proceso bastante complicado sólo al alcance de gentes que atesoran ciertas virtudes como son la perseverancia, la prudencia, la ecuanimidad, el sentido de la responsabilidad y unos principios éticos que siempre cumplen; o sea, gente madura. Yo carezco de todo cuanto acabo de enumerar, excepto tal vez los principios éticos, pero los voy renovando en función de las circunstancias o por simple capricho, así que me temo que no sirven para ese ansiado proceso de maduración que tan esquivo me es. Eso sí, noto que cada vez con mayor frecuencia la gente me llama de usted, lo que me hace sospechar que físicamente sí que maduro. Es decir que soy un maduro muy inmaduro; contradictorio o no, es cierto por completo. Yo siempre he soñado que me seducía una mujer mayor que yo y me revelaba secretos arcanos del sexo. Según pasan los años la idea me va seduciendo menos, es más, creo que es el momento adecuado para cambiar de sueño y que en él sea una jovencita la que me seduzca. Una jovencita muy ardiente y muy madura -una inmadura madura que me complemente- que tenga mucho que enseñarme sobre sexo. Lo primero de todo, me temo, su tarifa.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios
¿Cuando encontraremos el equilibrio, en esto y en todo?.
Un abrazo, me has sacado una sonrisa