Ramiro entró en la librería porque tenía frío. A menudo los grandes sucesos tienen un origen curioso. Pero Ramiro no pensaba en ello ni remotamente, sólo quería resguardarse del húmedo frío de febrero. Escogió un libro al azar, lo abrió y leyó el primer párrafo: “Este es el final del mundo, sigue leyendo y...”. No quiso seguir leyendo; Ramiro sintió aún más frío, decidió salir. Receló de las calles vacías y blancas. Sintió miedo, un miedo inconcreto y a la vez certero. No había gente, corrió y recorrió calles y calles sin encontrar gente. De repente, tras una cristalera enorme vio gente apelotonada y quieta. Entró, era una librería. Comprobó que todos ellos miraban la primera página del mismo libro, con tozudez, con parsimoniosa tozudez. Le horrorizó la inmovilidad de maniquíes que presentaban los supuestos lectores. Por encima del hombro de uno de ellos advirtió que el libro le sonaba con una insoslayable intimidad de lector concienzudo. Decidió abandonar los modales, aparató de un empujón al lector sobre cuyo hombro miraba, que cayó y se rompió en mil pedazos; Ramiro no se asustó, lo esperaba. Leyó el primer párrafo de aquel libro que a tantos maniquíes hipnotizaba: “Este es el final del mundo, sigue leyendo y...”
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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