Algún día alguien explicará la paradoja. Alguien sabrá decir sin sombra de duda los motivos por los que una potencia que ha impuesto su hegemonía mundial durante decenas de años, que ha utilizado todos los medios a su alcance -sin que las repercusiones alcanzaran a despeinar su sedosa cabellera imperial- para someter a sus propios intereses y sin atender a criterios mínimamente sostenibles cualquier expresión procedente de naciones soberanas encaminada a manifestar su propia soberanía por muy alejada que estuviese de los principios fundacionales del mundo occidental y por tanto de la 'Gran Potencia'; que ha coaccionado, chantajeado, sobornado, asaltado, avasallado y finalmente sometido gobiernos enteros con el único fin de que no se viese cuestionado su papel de 'Nación Elegida' en el paisaje geopolítico mundial; alguien sabrá explicar, insisto, el motivo misterioso por el que Estados Unidos, nación que se ha pasado por el forro reiteradamente y sin escrúpulos resoluciones del Tribunal Internacional de La Haya que la han acusado de delitos de lesa humanidad, ha terminado humillada, desfallecida y llorosa ante el dictamen financiero de una entidad privada sin potencial bélico que no ha dudado en enseñar al mundo los pañales sucios de tamaña potencia; y la única reacción de esa potencia ha consistido en mancharlos todavía más. Ver para creer.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios