Como
no puedo dormir -para variar- y en este hotel de Roma solo puedo ver
una cadena en español que no para de comentar la noticia del
referendo convocado por el mandatario griego Papandreu no he podido
evitar formarme una opinión. El órdago de Papandreu es tan
obviamente falso, tan suicida, que solo puede tener una explicación:
asustar a su propio pueblo. Si los griegos comprenden que solo el
rescate europeo les puede salvar a pesar del esfuerzo que se les
exige, elegirán Europa. Y su primer mandatario tendrá a la fuerza
el beneplácito de su pueblo. La maniobra es arriesgada y
cuestionable, además de audaz, pero es un intento político de baja
estofa al que no le faltarán politólogos defensores de su
excelencia. Así es la política.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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