El niño viajaba en el columpio con la
precisión de un reloj de péndulo. Reía a carcajadas, su encrespado
cabello apenas movido por el viento generado por su bamboleo desenfrenado. Hoy
era el día, su día. Había esperado con la paciencia de las
tortugas, con la inconsciente sabiduría de los escarabajos, con la
desesperada determinación de quien domina su tiempo. Vivió años
largos y monótonos, vivió aguantando la respiración años
interminables hasta que el destino lo liberó y pudo al fin gritar y
reír y bailar en torno a su pasado, sin sentir melancolía por sus
seres queridos, con la plenitud de saber que ahora ya era él mismo,
de nuevo, viviendo otra epifanía sin nostalgias ni recuerdos, sin
pasado. Su pelo blanco y encrespado surcando un huracán de alegría
infantil pese a sus ochenta años. Una vez más se había producido
el milagro, una vez más era por fin libre. Cuando los servicios
sanitarios, avisados por alguna madre madrugadora, lo encontraron
sentado en aquel columpio, no pudieron dejar de preguntarse cómo un
hombre tan anciano se parecía tanto a un niño dormido.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios
Pero te compensa este microrelato intimista y cierto de lo que llegaremos a ser en unos años....
niños con cuerpos de ancianos.....