Con este calor no hay quien se concentrrrrrre (ha caído una gota de sudor sobre la tecla ’r’ y, al ir a limpiarla, miren el estropicio que he armado). Hoy es el día del Carmen en mi pueblo y desde las doce de la noche pasada no cesan de bramar los petardos y los cohetes de colores (¿No hay crisis, pues ¡toma fuegos artificiales! Para espantarla –sí, sí…-); mis perros no saben donde esconderse; están entrenados para repeler el mejor planeado de los asaltos, pero tírate un pedo delante suya y verás cómo corren que se las pelan. Hay, dicen, psicólogos o pedagogos para perros –sonaría mejor perrogogos-, profesionales que indagan en la mente de los canes y los liberan de sus miedos para que sirvan a sus dueños con plena capacidad, devorando cuanto a éstos amenace, sea o no comestible –para los perros lo es casi todo, como para los humanos y los cerdos-, guardando y salvaguardando la parcela, finca o latifundio donde moren sus amos en función de sus fortunas. Este día, el del Carmen, los...
Un alienígena alucinado.