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Mostrando entradas de julio, 2012

Viajar

El viajero vocacional es una persona con inquietudes intelectuales, no menores que el pintor o el novelista, puede que tal vez mayores, pero no en todos los casos, por supuesto, aunque sí en aquellos de mayor vocación. De hecho, no es inusual que el viajero vocacional sea también escritor o fotógrafo (pero no ebanista). Viajar con la mente abierta y el espíritu permeable es viajar hacia el conocimiento. Viajar sin otra meta que llegar a alguna parte, dispuestos a reconocer que la gente siempre es gente aún sin teléfono móvil, que un amigo es un amigo a pesar del color de su piel o el corsé de su religión, que en todas partes se sufre y se es feliz aun en condiciones muy adversas, viajar así es un síntoma de avidez de conocimiento y sobre todo de tolerancia a lo diverso, y eso pone al descubierto nuestra vertiente más humana, más compasiva. Porque para tolerar las costumbres a veces bárbaras y las intolerancias que existen por doquier hay que tener además compasión. El auténtico viaj

Nivolas

Dijo Javier Marías en una entrevista que no entendía cómo es que hay tanta gente escribiendo novelas con lo difícil que es escribirlas, con el desgaste que supone dar vida a un ente literario tan complejo. Yo me pregunto lo mismo. Tengo una conocida que en un año ha escrito tres. No ha publicado ninguna, pero escritas están. ¿Pero son novelas, novelas? Según ella sí. Unamuno, más modesto o más realista, llamaba a las suyas nivolas, tal vez porque más que un ejercicio de creatividad las concebía como un modo de verter en sus páginas sus angustias filosóficas y religiosas. Y aun así cualquiera de sus nivolas posee una entidad literaria muy superior a cualquiera de los cientos de novelas que se publican cada año en nuestro país. No he leído ninguna de Savater pero aventuro -y estaría encantado de equivocarme- que no poseen la talla literaria de las primeras de Umberto Eco, sin ser Eco propiamente un novelista. Estoy por asegurar con Sánchez Ferlosio que después de Kafka no se ha escrito

Dos apuntes

Una entidad bancaria ha pedido públicamente perdón a sus clientes por timarlos. La entidad recibirá fondos para recuperarse; sus clientes no. Luis Candelas fue un bandolero de modales exquisitos que siempre trató bien a sus víctimas. Acabó ejecutado. Los directivos de la mencionada entidad bancaria tal vez vean rebajados su ingresos, pero eso no es una ejecución aunque el montante de sus robos haya sido muy superior a los que cometía Luis Candelas. La justicia es caprichosa. Iba a hablar de otra cosa pero la he olvidado, así que improvisaré, temas hay para escribir una enciclopedia. Veamos, las medidas económicas necesitan unos años para surtir efecto, unas veces más y otras menos, lo que nunca hay es un efecto inmediato, excepto que se persiga un efectismo populista que iría contra el país a la larga. Rajoy, actual presidente del gobierno, ha optado por una política económica contundente (tal vez obligado por sus socios, no lo sé) basada en medidas drásticas sin precedentes y m

A un dios

Alguien dijo que un economista es un profesional que sabrá mañana por qué no se cumplió hoy lo que él predijo ayer. La historia de la economía, que es la historia de las personas, está plagada de ilustres meteduras de pata, jamás excusadas por quienes las metieron. La arrogancia es una plaga muy extendida en estamentos profesionales que son presuntos puntales de nuestra sociedad. Ningún lumbrera entona un mea culpa porque la culpa siempre ha sido de otros. Nadie llama a las cosas por su nombre y solo se habla para confundir más al personal. La historia enseña que en situaciones de virulenta escasez y adversidad se actúa casi siempre por impulso, a golpe de corazón, y esa no es la receta adecuada. La racionalidad debe tomar el mando cuando el desmadre es desmesurado, pero el miedo que transmite ese desmadre anula toda racionalidad. Es triste pero es así, o ha sido así en el tiempo. Deberíamos confiar en un cambio radical pero el ser humano nunca se ha distinguido por cambiar sus costu

SPA

Hace un par de semanas fui a un hotel-spa con la intención de limpiar mi cuerpo y mi alma. Una advertencia a lo espiritualistas: spa no es sinónimo de karma, ni siquiera de breve terapia cognitivo-conductual. Una vez acomodado me invitaron a bajar en bata a un antro parecido al ammán islámico pero sin su encanto. Me preguntaron acerca de mis dolencias, físicas y psíquicas, y las resumí respondiendo que me jodían un huevo los lumbares. Tras una charla esclarecedora sobre lo puñetera que puede llegar a ser la psique para el soma, la chica responsable de mi curación se untó las manos con una grasa muy parecida a la que le ponen a mi coche en las revisiones y, tras ordenarme que me tumbara boca abajo y me desprendiera de la toallita que cubría lo imprescindible de mi anatomía (a lo mejor no fue en ese orden, pero mi nerviosismo desfigura mis recuerdos) posó con suavidad sus manos engrasadas sobre mi espalda y procedió a friccionar con vehemencia desde el coxis hasta la nuca y viceversa.

No hay más espejos (a Pepa Mas Gisbert)

Hoy sé que la verdad no está en esa luz clara, ni se revela impúdica delante de un entierro, ni resplandece orgullosa tras un juez triste y dudoso  ni empaña los espejos de mis muchos hoteles  cuando me afeito y me miro y sangro entre mis lágrimas.  Renuncio a esa verdad que de verdad no era  la que me hirió la vida y humilló mi espalda  y me hizo hincar una rodilla joven  en un suelo plagado de espinas de futuro  y me robó entre llantos un cielo promisorio.  Hoy he sabido al fin que es una impostora  que usó siempre las ropas de mis vanos sueños  y me engañó la vida y me tumbó en el suelo  donde al morir intuyo su cara tras un velo  de certezas que adoré y adoro aún, muriendo.  No hay más espejos ni espuma ni cuchillas  para quien ya no hay hoteles ni encuentra un cielo.

Una comida

Bvalltu me recrimina la comida que he tenido con mis amigos. Paco Acedo, Manolo Bernal, Juli Recuenco, Fernando Bernal y un servidor. Es una comida en plan tertulia donde comentamos diversas nimiedades y contamos chistes malos. La comida es una excusa, lo que importa es la reunión de amigos, de viejos amigos que se han querido a lo largo del tiempo y cualquier excusa les vale para reunirse de nuevo. Juli, Fernando y Paco quedan para recorrer quince quilómetros sabe Dios con qué propósito. No cuentan conmigo, intuyo que por envidia, ¿y si yo hiciera el mismo recorrido en la mitad de tiempo? ¿Y si , en el mismo tiempo, recorriera el doble? Bromeo, claro, no es una competición sino un pasatiempo deportivo. Luego, la comida. El ambiente algo soso, ¿por qué? Los chistes, diría, pero también algo más. La próxima será mejor, Bvalltu, no me regañes.

El imposible entendimiento

La comprensión absoluta entre dos personas es una quimera. Para comprender del todo al otro no basta con disponer de información sobre él, aunque esa información fuera exhaustiva. La comprensión nace de una voluntad de entendimiento que está limitada por el sesgo de parcialidad que esa voluntad introduce en el proceso. Para conocer de verdad a alguien habría que 'ser esa persona' literalmente, y eso es una imposibilidad. Lo triste es que sin compresión no hay verdadero perdón, y el perdón, como dijo Camus, es la justicia última. Estamos condenados a ser injustos unos con otros, a no perdonar del todo. Somos islas rodeadas de islas separadas por un mar insalvable de desentendimiento. Esa es la historia de nuestra especie, el mapa implacable de nuestras almas, el destino previsible de nuestros corazones solitarios, la posible razón de nuestra mortalidad.

Si un hombre...

Si un hombre de traje muy caro y sentado en la cornisa de la azotea de un rascacielos lee aparentemente tranquilo un libro titulado “10 razones para no saltar”, no es aventurado suponer cuál puede ser su estado de ánimo, y aún su previsible intención de futuro. Si un hombre vestido con un traje de marca que sube en el ascensor de un gran edificio observa con mirada fija e imperturbable la bajada de pasajeros de viaje piso tras piso mientra él espera hasta la azotea para apearse, es razonable que uno sienta curiosidad. Si un hombre sale por la puerta de una entidad financiera con su exquisito traje hecho a medida mientras sostiene con su mano derecha una cartera de piel extrañamente abierta hasta quedar desdoblada dejando caer al suelo su contenido de informes, expedientes, papeles de diversa importancia y hasta su móvil (¡su móvil!) mientras sostiene con fuerza en su mano izquierda un libro y en su mirada se lee una decisión sin retorno, no es de extrañar que lo miren