Cuando terminó la exégesis, previa traducción al griego de un manuscrito arábigo, del Necronomicón, el Libro Maldito, Theodorus Philetas se volvió loco. O tal vez ya lo estaba cuando acometió aquella infernal empresa. Sea como fuere, lo recluyeron en el sanatorio para enfermos terminales que dirigía el doctor Amadeus Misticus. El doctor Misticus se sintió atraído por los desvaríos de Theodorus, así que decidió someterlo a sesiones de mesmerismo para lograr que dijese aquello que obstinadamente callaba el enfermo y que al parecer le había provocado la locura. De esta manera, Misticus supo al fin el secreto más arcano del Necronomicón, pero enloqueció antes de poder decírselo a nadie ni ponerlo por escrito. Su ayudante, el jóven doctor Amos Jehuda, que había asistido a las primeras sesiones de hipnotismo, quedó muy intrigado, así que llamó su amigo y experto en ocultismo y nigromancia el abad Amén Asisea, a la sazón prior del convento de Santa Locura. Puesto al corriente de los hechos,...
Un alienígena alucinado.