Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2014

Relato de Navidad

Era difícil avanzar en aquel territorio donde llovían bombas y proyectiles desde la oscuridad. Él lo comentaba como un reproche, pero ella sabía lo que estaba haciendo. Reunidos bajo el esqueleto de hormigón de un edificio tomaron aliento. Él insistía, pero qué hacemos aquí, hacia dónde vamos. Ella solo apretaba los labios y seguía los dictados de su convicción: avanzar y avanzar. Cruzaron la calle con mucho riesgo; delante, ella, con un bulto de enseres estrechado por sus brazos, detrás él, mirando alocado hacia todas partes, tratando de adivinar el origen de una bala mortal para esquivarla a tiempo. Vano intento, bien lo sabía, pero su amor por ella era tan inmenso como sumiso; y la seguía en su loca huída. Salvaron la acera en la noche oscura y se internaron en un edificio medio derruido que alzaba su tétrica silueta entre los destellos de las armas. No puedes más, mi amor, dijo él con voz rota, y era verdad: ella no podía más. En un portal abandonado y ruinoso ella s

Dos cordilleras

Los Pirineos (o el Pirineo) es una cordillera que hace de frontera natural entre Francia y España. De picos majestuosos y complicados, se extiende desde el Cantábrico al Mediterráneo. Pero es en el Pirineo Central, con Ordesa y Monte Perdido, las Tres Sorores, Brecha de Rolando, Añisclo, Pineta, y la francesa Gavarnie, en la zona occidental; y con Benasque y Cerler rodeados por Aneto, La Forcada, La Maladeta, Posets, pico Maldito, pico Perdiguero, de Russell, de Vallibierna y Tuca de les Culebres, pico Salvaguardia, junto a Vall dÉstós con sus Gorges Galantes (y sus 'barbas de profeta', líquen que cuelga de las ramas de los árboles y cuya presencia es garantía de una limpieza absoluta de la atmósfera del sitio), uno de los valles más bonitos del mundo, en la parte oriental. Todo esto sin salir de la provincia de Huesca. La riqueza de estas montañas y valles, que forman parte bien del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, bien del Parque Natural Posets

Amor asesino III

Luisa y yo llegamos a un acuerdo. Sobra decir que el amor que sentíamos el uno por el otro era tan intenso y físico como romántico y etéreo. Un amor perfecto, duradero, apasionado -excesivo, vamos-, de esos amores por los que matas o por los que mueres, pero que en definitiva te abocan a una inexorable contienda de la que no está exenta la violencia, verbal y contenida al principio, pero necesariamente física después, de consecuencias previsiblemente nefastas. Por eso Luisa y yo acordamos que si llegaba la etapa de violencia física a nuestra relación, la fase de los golpes y de la sangre, nos suicidaríamos. Pero no conseguíamos ponernos de acuerdo en quién lo haría primero. Nos reprochamos mutuamente que dudar de que el segundo incumpliría lo acordado no suicidándose era una horrible falta de confianza del uno en el otro. Y ambos teníamos razón. Una vez muerto el primero -por mano propia- qué impedía al que sobreviviese cambiar de opinión y seguir vivito y coleando. Lo echam

Sueños irreductibles

En su libro 'Straw dogs' ('Perros de paja') el pensador británico John Gray desmonta por reducción al absurdo la idea de una 'voluntad' humana inmanente. Los datos que aporta para sustentar su tesis, fruto de concienzudos experimentos científicos, parecen inapelables.

Amor asesino II

Sé que Luisa y yo nos queremos, siempre nos hemos querido; a nuestra manera. El amor es un campo muy extenso para reducirlo a un proceso de idealización del otro y a un intercambio decreciente de deseo. Digo decreciente porque la idealización, el altruismo sublimativo con que al principio al menos vemos a la otra persona pronto choca con el sano egoísmo de dar por sentado que también ella nos ve así o debería; tendría que ser así, pero ¿y si no? Y esa pregunta inevitable y dolorosa introduce la duda en la hasta entonces inmaculada relación afectiva. Y la duda lo echa todo a perder, incluso el deseo (o empezando por el deseo). Pero esto solo se da en aquellos que, como he dicho, reducen el infinito registro amoroso a un infantil babeo contemplativo y a una serie finita de cópulas con diferentes grados de disfrute y que acaban por ser un mecanismo reflejo que justifica y cifra la relación amorosa. Luisa y yo siempre supimos que el amor eterno, el que sobrevive a los amantes y pe

Amor asesino

Estoy a oscuras en mi camarote con la oreja pegada a la puerta que comunica con el camarote contiguo. Luisa y yo habíamos acordado que sería mejor ocupar estancias diferentes, aunque juntas y con una puerta que las comunicaba muy convenientemente por si se producía la reconciliación que yo tanto deseaba y entonces bastaría con dejar abierta esa puerta para unir los dos camarotes.

Mis amigos

Me encantan los animales. Tengo seis perros, tres ponis y un loro. Los perros se comportan como cabe esperar en los perros; los ponis se pasan el día con la mirada atenta y fija en algún punto del horizonte, como si esperaran que algo ocurriese allí en cualquier momento; llevan así años.

Otra vez

Hace muy poco que he recuperado la conciencia de mí mismo y la memoria. Sé dónde estoy de nuevo y sé que que muy pronto volveré a olvidar y empezará otro ciclo que recorreré, como ocurrió con los anteriores, como siempre ocurre, a ciegas, a tientas y a solas.

Pesadillas

Soy propenso a las pesadillas. Llegan en oleadas, a rachas, y como vienen se van. Duran unos días, unas semanas, y en ese tiempo me amargan los sueños (y el sueño). Es sabido que los sueños habitan el universo de lo absurdo, de lo imposible, y pueden llegar a ser mágicos y también horribles, como en las pesadillas.

Ladrones de tiempo

No hay ladrones de peor ralea que los ladrones de tiempo. Son gente desalmada que no saben muy bien cómo ocupar sus horas y, frustrados, las emplean en birlarte las tuyas, para que uno también se joda (porque no debe de haber cosa más jodida que advertir con impotencia cómo el reloj de sus vidas no se detiene aunque no les den cuerda o se agoten las pilas). Entre todos ellos tienen merecida fama los burócratas y los médicos privados.

Cumbres, metas.

Las lejanas cumbres de las montañas imponían una robustez nívea contra el cielo azul. A medida que subíamos por serpenteantes senderos y atajos usados solo por las cabras de aquella región de Marruecos nos invadía una sensación de lejanía de todo confort que alentaba nuestros espíritus montañeros en su ascensión.

El ciervo escondido

Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer: