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Mostrando entradas de febrero, 2008

El golf

Me hace gracia la trifulca que lían de tanto en tanto los humanos cuando se ponen a debatir sobre la interrupción del embarazo; y digo que me hace gracia porque tras miles de años siguen, en el fondo, disfrutando con la discusión hasta el punto de olvidar el tema que ha dado pie a la misma; son como críos. Por lo que respecta a este asunto hay dos bandos o facciones que mantienen posturas enfrentadas. Unos están a favor de que sea la mujer embarazada la que libremente decida sobre lo que desea hacer con su cuerpo. Es decir, para ellos la libertad de la mujer, de la portadora del feto, es el eje sobre el que gira todo el asunto, y podrá ésta deshacerse del feto a voluntad y sin rendir cuentas a nadie, ejerciendo su esencial derecho a decidir libremente. Otros en cambio defienden la dignidad del embrión, al que ya consideran un ser humano, y sostienen que el aborto es un asesinato. Este segundo grupo suele estar abanderado por la Iglesia cristiana –en cualquiera de sus doctrinas- cuya

La última llamada

Lo malo de padecer una enfermedad, aunque se trate de un simple resfriado, es que te quita la alegría, además de la salud. Esas gotitas de entusiasmo tan imprescindibles para levantarte cada mañana -o cuando sea que te levantes- con el ánimo propicio y la mente lubricada se evaporan en cuanto algún contratiempo de naturaleza patógena zancadillea tu salud y la deja por los suelos. La postración a que te obliga y la eventual convalecencia es un tiempo muerto en la vida que transcurre muy despacio, pero no se puede hacer nada contra eso: la naturaleza tiene su propio ritmo y, como dice Conrad, al tiempo no se le pude meter prisa. Lo malo es que su aliada, la muerte, no conoce la paciencia, esa sí que no espera, ni consiente demoras. Ni los más impuntuales acuden tarde a su cita con ella. El mismo Matusalén, que usó todas las triquiñuelas para demorar el encuentro, tuvo al final que claudicar y acudir a su llamada. Cuando el médico le dijo a Robert Louis Stevenson que si seguía con su vida

Elecciones

Siempre me ha gustado hacer ejercicio físico. Me tonifica el organismo y me produce una agradable sensación de euforia. Además, según los entendidos, va de perlas para el colesterol y la tensión arterial, disminuyendo así el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Pero no hay que entusiasmarse porque, sobre todo a partir de una cierta edad, el cuerpo comienza a cascarse y se vuelve más propenso a las lesiones, y éstas tardan más en remitir, lo que hace recomendable ajustar el nivel de esfuerzo a nuestra capacidad de aguante a medida que nos hacemos mayores; no hay que forzar la máquina porque se podría romper, y ya se sabe lo difícil que resulta conseguir repuestos –aunque hay quien recurre al mercado negro, asumiendo el riesgo de adquirir piezas defectuosas y no disponer de libro de reclamaciones-. Tampoco, es obvio, está en nuestra mano obtener un cuerpo nuevo en el caso de que el de fábrica deje de funcionar. Al menos todavía. Aunque los entusiasta de la metempsicosis están

El fanatismo

Si el hombre como individuo es un ser con una cierta propensión al despiste moral, la masa, la colectividad, el grupo de individuos con predisposición a ello –que suele ser la mayoría-, cuando se quiere convencer de que existe un motivo que lo justifique –y siempre existe, y si no se inventa sin más-, de manada social pacífica y políticamente correcta se transforma al instante en improvisado ejército feroz y justiciero, dispuesto a matar y a morir por ese motivo, esa causa, casi siempre una entelequia sin mayor significado que el de servir para aunar a la horda y predisponerla a la carnicería y, desde luego, al abandono de toda moralidad. Una de las principales causas, si no la que más, de estas transformaciones colectivas de personas habitualmente pacíficas –al menos en las formas- en asesinos improvisados es el nacionalismo, un concepto enrevesado y espinoso al que le sucede lo que al buen gusto: todo el mundo sabe lo que es pero nadie puede definirlo. El nacionalismo es uno de los

Mis sueños

A diferencia de los de los humanos, mis sueños no sólo son inteligibles sino hasta factibles, sólo que de un modo un tanto complejo. Es como si al soñar, el universo de las posibilidades se multiplicara y fuese yo capaz de acometer o experimentar cada una de ellas en sincronía, con simultaneidad, viviendo así múltiples vidas al unísono sin dejar por ello de ser real cada una de ellas; y en todas soy el mismo, Bvalltu, el alienígena abandonado a su suerte en un mundo que no es el suyo, obligado por el destino a sobrevivir a unas condiciones para las que no fui concebido y a vivir una larga vida entre seres que me son por entero ajenos y a los que sólo me une el inevitable vínculo que el roce continuado acaba generando incluso entre individuos de diferente especie –ocurre entre los humanos y los perros, por ejemplo-. Sólo cuando sueño despierto, se trueca lo soñado en imposible, como cuando me pierdo en añoranzas sobre mi madre y mi mundo, a los que de sobra sé que no me será dado ver

La familia Duplo

Yo los llamo la ‘familia duplo’. Son un matrimonio con dos hijos, dos perros, dos coches y, entre los dos, se fuman dos paquetes de cigarrillos al día, con dos cojones. Viven al otro lado de una torre árabe que hay junto a mi casa. La hija se llama María y tiene indudables dotes para la interpretación, cada día se disfraza de un personaje diferente –Blancanieves, Caperucita, la Bella Durmiente, todos los que requieran una belleza natural que sin duda ella posee-, es vanidosa, parlanchina y está encantada consigo misma. Será quizá una buena actriz o una excelente relaciones públicas o directora comercial, quién sabe. El hijo se llama Julián y parece más tranquilo, aunque coge alguna rabieta de cuando en cuando. Juega al golf y ha ganado algún torneo, creo. Será larguirucho y desgarbado de adolescente, y sus maneras permiten suponer que de adulto se conducirá con rectitud y prudencia en aquello a lo que se dedique, aunque ahora le ha dado por llevar el pelo en forma de cresta de gallo,

Racismo

Leo en la prensa británica que al piloto Lewis Hamilton le profirieron en Montmeló insultos racistas. Deducen de esto los isleños que España es un país racista y se avergüenzan de viajar junto a nosotros en el mismo barco europeo. Yo creo que se precipitan en su juicio porque como todo el mundo sabe aquí, cuando viene gente de color, se les trata como a personas y no como a gitanos. Me pide consejo un amigo para una amiga suya. Al parecer ella desea escribir y ha oído hablar de cursos de escritura por Internet. No sé que contestarle porque para eso habría que conocerlos todos, así que opto por recomendarle un buen texto sobre técnicas de escritura, en concreto el de mi admirado Enrique Páez. Si se aplica y sigue sus instrucciones y recomendaciones con afán y provecho no me cabe duda de que el duendecillo de la escritura será una nueva compañía que ya no la abandonará. El temporal de levante no quiere irse del sur de España. En la zona donde vivo ha tumbado cuanto ha podido y su r

El temporal

Estoy en blanco. No sé si me saldrá algo legible así, en frío, con pesadumbre y desgana, que son los peores compañeros para una escritura feliz. Pero siempre que me siento ante el ordenador y me pongo a teclear, al final sale algo, y me sorprende porque minutos antes habría jurado ser incapaz de combinar dos palabras con un mínimo de sentido. Es enigmático y tiene algo de mágico esto de escribir, de verter tu alma en un recipiente –papel, bites, lo que sea- porque aunque al principio te cueste abrirte a la escritura, al cabo de unos momentos ésta acaba tirando de ti, reclamando más y más de tu alma, de tu ser, que es lo que entregas en cada párrafo, aunque no fuese esa tu idea, pero ya estás atrapado: la escritura te requiere y, como al de una de sirena, no puedes no acudir a su canto. Esa es tal vez la prueba más contundente de que tienes algo de madera de escritor, no controlas, te puede el gusanillo, sucumbes y te entregas al siempre dulce y doloroso parto de unas cuantas líneas,

Reflexión a trashora

L a vida es una parábola de la realidad, y sólo aquellos que saben descifrar esa parábola y ver la diferencia que hay con el camino recto descubren el sendero seguro de los afortunados. Algunos soñadores irredentos preferimos recorrer la más larga y espinosa senda de la parábola. L.R.   Un día cualquiera. Te levantas, decides, decides, decides. Porque la vida es mera elección. Lo que eres es lo que has elegido ser. Ortega diferenciaba entre el mundo, la realidad potencial, que son todas las posibilidades, y la vida efectiva, que es lo que terminamos eligiendo, lo que asumimos ser, lo que decidimos a cada instante. Víctor Frankl dijo que habría que erigir una estatua a la responsabilidad en la costa opuesta –se referiría a San Francisco, supongo- a la de la estatua de la libertad, porque van parejas, son hermanas. Cada decisión conlleva una consecuencia de la que eres responsable, porque tú y sólo tú has decidido eso, has sido un dios menor, pero al cabo un dios, en ese acto tan d

Mi mariposa

H ay una mariposa díscola que revolotea dentro de mi corazón. Lo ha hecho desde que yo era un niño, así que pronto me acostumbré a su lejano sonido y a su cosquilleo y dejé de darle importancia. Una noche de invierno, estando yo en la cama tratando de convocar el inasible sueño que me es tan esquivo, oí un sonido como de aleteo en la habitación, débil pero constante, nada incómodo y hasta agradable de oír. Alargué la mano para encender la luz cuando una voz dulce me dijo: “No lo hagas”. Me paralizó el miedo, me asusté de verdad, así que apresuré el movimiento de mi mano hacia el interruptor. “No, por favor, no lo hagas”. “¿El qué?” dije con voz aterrada. “Encender la luz, no lo hagas, por favor”. “¿Pero por qué no?” volví a decir, no tanto por seguir la conversación como para oírme a mí mismo, para salir de aquella situación delirante aferrándome, en medio de la oscuridad de mi habitación, a la realidad familiar de mi propia voz. “Porque la luz me mataría”. “¿Quién eres

Con permiso y con respeto

Co pio literalmente una opinión que Enrique Páez publica en su blog y que yo suscribo letra a letra. No se puede expresar con más claridad la idea, así que hago uso de sus palabras, siempre más precisas que las mías, en la confianza de que no lo tome a mal. "Hace tres años el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela, destituyó al jefe de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, y tramitó una denuncia anónima contra él y todo su equipo médico por sospechas de sedaciones abusivas a enfermos terminales. En Leganés los enfermos morían sin dolor, y eso no era decente. No comulgaban con Cristo. No era martirologio. El doctor Montes fue despedido y difamado. Ahora, la Audiencia Provincial de Madrid le da la razón al doctor Montes, no ve delito en sus actos, y exige que su nombre y el de todo su equipo sea limpiado. Mientras tanto, desde hace tres años, los que han muerto en Leganés o en otros hospitales controlados por los beatos seguidores de la Conferencia E

Política extraña

Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d

La timidez

Cuando descubrí que de humano no sólo tenía la apariencia me disgusté bastante. Además de los aditivos corporales que me proporcionan ventajas sobre los demás humanos (mis ojos periscópicos, mis orejas orientables junto a una capacidad auditiva fenomenal, y mi sexto dedo –segundo pulgar- retráctil) poseo, para compensar, una tendencia perniciosa a las alergias y un sistema inmunológico bastante pusilánime. Ayer, por ejemplo, me puse a tomar un rato el sol mañanero y me salió un sarpullido en la mejilla izquierda que parecía mismamente la huella de un hostión. Además se me enrojeció el ojo derecho, por lo que tuve que ponerme colirio, pero cogí el bote equivocado e inundé el globo ocular con spray nasal, lo que, además de un escozor bastante incómodo, me dejó casi tuerto para el resto del día, de modo que durante unas cuantas horas tuve más apariencia de alienígena que nunca. Como estamos en carnaval, la peña dio por supuesto que iba disfrazado de Marty Feldman (el que hizo de Igor en

Un alienígena suertudo

Aunque llevo muchos años en este planeta, no deja de sorprenderme la frívola tenacidad con que los humanos se esmeran en intentar cargárselo. Parece como si tuviesen la certidumbre de que es indestructible y eterno, cuando en realidad es frágil como una hoja seca de acacia en otoño y  tiene fecha de caducidad, por muy lejana que pudiera parecer si tomamos como referencia la vida media de un ser humano. La explosión demográfica de los dos últimos siglos sumada a la más que previsible que aún nos aguarda mermarán los recursos por habitante de tal modo que las zonas más pobres –que constituyen la mayoría del planeta- serán caldo de cultivo para las pandemias y las hambrunas, que acabarán con millones de vidas. Las zonas ricas se verán amenazadas por el éxodo de millones de personas que huirán de la miseria, y sus mandatarios no sabrán cómo manejar semejante hecatombe. El agua será cada vez más escasa y la desertización progresiva de zonas aún hoy fértiles provocará una disminución en

El ego

De un escritor, como de cualquier profesional que practique un oficio más o menos artístico, debe importar y crear debate su obra, no su persona. Pero a veces   ocurre al revés y la figura del autor está por encima de sus escritos, casi siempre a causa del excesivo ego y las dotes para la polémica de aquel y de la justita calidad de éstos. Tal es el caso del inefable y televisivo Sánchez-Dragó. Hojeé algunos fragmentos de su último libro y constaté con estupor que cada palabra, cada frase, cada párrafo allí impresos respondían a una desproporcionada e incongruente necesidad del autor de defenderse de las más inverosímiles artimañas y maquiavélicas tretas que la sociedad española, desde la Corona hasta el más humilde albañil, parece empecinada en urdir con el único fin de joderle a él. Paranoia no es la palabra ya que no parece estar enfermo , estricto sensu ; creo que se trata más bien de un avanzado y ya irreversible proceso de cretinismo narcisista que debió de comenzar allá por su