Ir al contenido principal

Paridas


Hay una golondrina que me adormece con sus piruetas hipnotizadoras. El cartero siempre llama dos veces, pero jamás le he abierto. Sandokán desaparece bajo un sedoso tigre bengalí para mostrarse de nuevo, tras un interminable revolcón, fiero y vencedor, encima del felino y presto a penetrar su corazón  con su daga curva. Torrebruno, oculto tras una guitarra de proporciones que le exceden, seduce a un público improbable con voz atiplada y peluquín mal ajustado. Yamamoto se hace el harakiri con una pluma de avestruz donante de plumas para escritores en crisis o reinotas decadentes. Nunca estuve en el polo norte por más que vea cada día la aurora boreal. Los caballos no corren más porque en tu apuesta te vaya la vida. Siempre hay una cueva para refugiarse durante la tormenta, incluso antes de que necesites refugio para un chaparrón que aún no se ha anunciado. Bambi seduce al Lobo Feroz y Caperucita, cabreada, le envía a Mowgli un email con su versión de la historia distorsionada por los celos. Séneca se cagaba de miedo cada vez que le preguntaban si su estoicismo le rescataba del miedo a morir. Marco Aurelio era pura pose, y su fama la propiciaron quienes como él odiaban de tapadillo la guerra. Poe nunca bebió más de dos copas antes de perder el conocimiento cuya recuperación le impulsaba a beber otras dos copas, tal vez por eso nunca fue novelista. Yo puedo seguir escribiendo paridas eternamente sin encontrar un hilo conductor que las estructure en una pieza literaria con un mínimo de calidad. Y en eso consiste la vida: en una sucesión inconexa de sucesos, vivencias y acontecimientos que nada importarán dentro de un plazo temporal, como diría Ortega, lo suficientemente amplio para no distinguir la nariz de Cleopatra.

“Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad”. Machado, Antonio.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

Vacío

Hay ocasiones en las que uno no sabe sobre lo que escribir, aunque escribir sea un medicamento prescrito por el instinto de supervivencia. Son los ‘días marrones’ de los que se lamentaba Audrey Hepburn en una inolvidalble escena en la escalera exterior de su apartamento ante George Peppard, en ‘Desayuno con diamantes’ (gracias por todo Billy Wilder). Yo llevo semanas padeciendo esos días, o tal vez un interminable día que dura semanas. Adoro a Ray Bradbury, pertenece a una raza de escritores que no precisan lápiz ni papel: sus creaciones son trucos de magia y nunca se le ve nada en las manos, crea a la manera de los dioses, sin que los humanos alcancemos a conocer los ingredientes ni la manera de cocinarlos. Dice Bradbury que para escribir hay que vomitar por la mañana y limpiar por la tarde. Su curiosa metáfora lo dice todo, no hay límites para la creación, sólo acertados recortes y aditivos para mejorar el producto, o al menos ponerlo bonito. Y eso es todo. Tan fácil y tan compli...

Tempus fugit

Decía Oscar Wilde que es muy difícil acostumbrarse a dejar de ser joven, porque joven es lo que uno ha sido toda la vida. Estoy empezando a comprender el verdadero sentido de la frase. Desde hace algún tiempo mi mundo parece estar convulsionado, es diferente siendo el mismo, se me antoja otro, con matices que antes no apreciaba y que lo transforman por completo, como cuando una mujer se arregla para una fiesta y de repente la ves de otra manera porque parece otra con los arreglos y los afeites, aunque en el fondo siga siendo la misma. Pues de un tiempo acá noto que mis sobrinos, que eran unos macacos hace nada, empiezan a parecerse a los adultos que dentro de poco serán; que mis mayores, hasta ayer mismo adultos lozanos, van perdiendo lustre día a día, tropiezan más, se les olvidan los encargos, encogen y se arrugan. Y yo me siento atrapado entre esos dos tsunamis de la existencia: el que arroja al mundo vida joven y el que se lleva vida vieja. Y me siento descolocado, desubicado, per...