Me entero por casualidad que la Academia de la Lengua prefiere el término ‘alergista’ al de ‘alergólogo’. Tú verás que llevo años sufriendo la cruz de la puñetera alergia y no he conseguido curarme por mor de un matiz léxico. Y lo extraño es que no aparece en las páginas amarillas ‘alergista’ como entrada. ¿Será que como ‘alergólogo’ tienen un retintín evocador de ciencia profunda y arcana –como paleontólogo- todos los alergistas se anuncian como alergólogos? ¿O tal vez que ‘alergista’ destila reminiscencias de corte difuso o equívoco, como masajista o sufragista, y por ende temen los portadores de dicha nominación que les puedan hacer de menos no equiparándoles con los colegas de otras especialidades, prefiriendo para evitarlo ser reconocidos como alergólogos? Todos los alergólogos que he consultado me han dado como caso perdido. Espero encontrar algún día un buen alergista que me redima de mis cada vez más frecuentes malestares, que ya van siendo, a veces, casi suplicios.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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