
La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cuando tengo el alma alborotada a causa de alguna emoción, así que no he conseguido volver a dormirme. Así llevo ya casi una semana. Sin moverme de la cama –sin comer, sin beber…, sin vivir- aguardo con una paciencia que no me conocía la llegada feliz de ese sueño que me la traerá de nuevo para que pueda hablarle yo, para decirle que la quiero, que estoy enamorado de ella con la desesperación de un resucitado, que quiero dormir para siempre y soñar con ella eternamente. Que es la mujer de mis sueños.
Comentarios
¡Para una vez que veo que sueñas con un humano, te enamoras de ella!
Espero que vuelvas a dormir y, sueñes con ella o no, comas, bebas y vivas.