
Es curioso cómo los humanos inventan sin cesar teorías que expliquen la complejidad de los fenómenos que tienen lugar en el mundo en el que habitan, que les sirvan para simplificarlo, tratar de entenderlo y, algún día, llegar a controlarlo. Una teoría se enuncia por alguna autoridad en la materia (física, química, biológica, humanística) que tras arduos experimentos y fatigosas elucubraciones consigue resumir en una formulita el comportamiento de los fenómenos que fueron el objeto de su obsesiva dedicación durante años. Al principio dicha fórmula es recibida por la comunidad científica con cierto escepticismo e incluso una displicente indiferencia. Con suerte y alguna que otra ayuda, el postulante consigue demostrar que en efecto su teoría sirve para explicar ciertos fenómenos. En tal caso su fama comienza a crecer y sus colegas científicos sienten por él respeto, envidia o ambas cosas. Su nombre empieza a sonar y, si las cosas vienen de cara, se lleva el premio Nobel. Cuando aparece el primer fenómeno que su teoría no logra explicar se dice que es la excepción que confirma la regla. Con el segundo ya aparecen murmullos y cuchicheos en los mentideros científicos. A partir del tercero queda claro que la famosa teoríaa requiere una revisión. Entonces suele aparecer otro científico con una nueva teoría basada en parte en la de su colega caído en desgracia pero que él presenta como totalmente innovadora. Y así sucesivamente.
Hace un par de semanas falleció el padre de la Teoría del Caos, que alguien resumió felizmente con la metáfora de la mariposa que bate sus alas y provoca un huracán a decenas de miles de kilómetros de distancia. Hasta donde sé, el padre de la criatura nunca desmintió tan exagerada simplificación, que resulta intuitivamente contradictoria con la misma palabra –Caos- que da nombre a la teoría. Pero lo que me resulta subrayadamente curioso es que nadie, que yo sepa, se haya preguntado si el principio es válido en el sentido inverso, esto es, que un huracán pueda influir en el aleteo de una mariposa que vuele, ignorante del cataclismo, a miles de kilómetros del mismo. Puede que la inversa no sea cierta porque en tal caso el aleteo de la mariposa alterado por el huracán provocaría otro huracán que, a su vez, alteraría el vuelo de otra mariposa… y así ad infinitum, de modo que llegaría un momento en el que en la Tierra sólo habría huracanes y mariposas. Y entonces ya no se podrían enunciar más teorías, lo que ocasionaría un grave trastorno en la comunidad científica.
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