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Sueños

Siempre hay un grado de realidad en los sueños; en los sueños que se sueñan cuando dormimos, no en los que soñamos despiertos, porque estos carecen por completo de base real y suelen ser ilusiones irrealizables producidas por nuestra incapacidad para aceptar la realidad tal como es. La base real del sueño, distorsionada por el bromista subconsciente para que no la reconozcamos con facilidad, pertenece a la esfera de nuestra mente que se ocupa de procesar los hechos, pero que no sabe exactamente cómo hacerlo. Es como el departamento de una fábrica cuya función fuese ensamblar diversos ítems par dar forma a un producto acabado y en el que las órdenes de ensamblaje se hubieran perdido o al menos trastocado, con el consiguiente desorden en tareas y procesos y el previsible atasco si no acude alguien a remediar el entuerto. En los humanos, ese alguien, ese remedio, son los sueños. Al soñar, eliminamos piezas defectuosas del alma y lubricamos su maquinaría para que no se produzcan atascos indeseados. Las pesadillas son el resultado de la incapacidad del departamento de mantenimiento para arreglar algunas averías. Los sueños placenteros, los eróticos en especial, son el resultado del virtuosismo técnico de dicho departamento.

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