En la reciente campaña electoral que ha vivido EEUU y durante un encuentro con prosélitos de su partido, estaba el candidato McCain estrechando las manos de sus incondicionales cuando una señora más bien mayor le dijo algo así: “Queremos que usted sea presidente, senador MacCain, y no ese Obama, que es un musulmán”, a lo replicó el candidato con presteza: “Señora, el senador Obama no es musulmán, sino un estadounidense decente”. Las connotaciones de su lapsus verbal evidencian el cariz fundamentalista de las creencias del señor McCain. Él tiene la certeza de que si uno es estadounidense y además decente es imposible que sea musulmán. La proposición inversa, por consiguiente, debe tener la misma validez, esto es, si uno es musulmán no puede ser un americano decente. Pero esta última afirmación es fácilmente refutable ya que existen ciudadanos estadounidenses que profesan la religión de Mahoma, sobre todo en la comunidad afroamericana. Y sería absurdo negar que entre ellos haya alguno decente. Es decir, que un musulmán puede ser estadounidense y también decente, ergo si uno es estadounidense y decente sí puede ser musulmán, como a lo mejor lo es el presidente electo de Estados Unidos. (No hay fundamentalista más peligroso que el que aparenta tener razón.)
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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