Ir al contenido principal

Casi yo

Dos días antes de celebrar mi Primera Comunión le arrojé un papel a una niña que me gustaba en el que garrapateé con mano temblorosa unas líneas en las que le declaraba mi amor. Después salí corriendo para no enfrentarme a la vergüenza de su desdén. Al día siguiente me confesé ante el cura párroco de todos mis pecados antes de recibir por vez primera el cuerpo y la sangre de Cristo. Con un desparpajo que pronosticaba una forma pecaminosa de entender la vida no dije ni pío acerca del episodio acaecido el día anterior. Vestido de marinero y luciendo una sonrisa seráfica recibí en pecado la eucaristía y descubrí como en una revelación que pecar era divertido. “Cristo me ha enviado un mensaje”, pensé mientras deglutía la sagrada oblea. Desde aquel momento vengo confundiendo sin apenas darme cuenta lo que está mal con lo que está bien desde un punto de vista religioso, lo que me convierte en un pecador. Bajo la perspectiva de  la moral laica no soy más que un hipócrita. Según mi propio criterio, me busco la vida sin joder demasiado al prójimo. Sólo tengo remordimientos cuando alguien sale dañado, en caso contrario duermo como un querubín.

Soy reacio a la grandilocuencia porque estoy convencido de no estar a la altura de mis propios actos cuando estos pretenden ser épicos. No soy ningún héroe y me siento cómodo no siéndolo. Ser solamente humano -tal vez demasiado humano- es ya una tarea lo bastante fatigosa como para disuadirme de  cualquier pretensión de gloria. Vivo como puedo, a salto de mata y evito, dentro de lo posible, frecuentar el trato con los demás humanos.

 (Mi mundo es un mundo de sueños imposibles, de vientos que transportan aromas de azahar, de soles y de estrellas que cambian de color. Comparto con la aurora recuerdos de otras vidas y cada día temo un poco menos la muerte. Me ausento de mí mismo cuando el cielo se nubla y regreso cansado, feliz y sin memoria. Con muy poco me arreglo y a veces aún con menos. Mi alma sigue el rastro de oscuras golondrinas, mi mano está tendida para cualquier amigo y mis ojos se asombran cada vez que te ven.)

Comentarios

Unknown ha dicho que…
"Ama, y haz lo que quieras" (dijo S. Agustín). Creo que tiene razón. Si amamos no haremos daño a nadie, por lo menos con consciencia, sino todo lo contrario. Me da lo mismo que sea moral religiosa o laica. Es válida, por lo menos para mí.
De acuerdo, ser humano es fatigoso y, a veces, doloroso, pero compensa.
Me encanta el último párrafo.
Luis Recuenco ha dicho que…
Amar no es un acto volitivo, por desgracia, ni siquiera depende de ti que alguien te caiga bien o mal. Pero estoy de acuerdo contigo, quien ama es mejor persona.

Entradas populares de este blog

Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

La inutilidad de algunos tratamientos

Cuando los padres de Miguelito llevaron a su hijo al psicólogo a causa de unos problemas de adaptación en el colegio se quedaron sorprendidos del diagnóstico: Miguelito era un superdotado para casi todas las disciplinas académicas pero un completo gilipollas para la vida. El psicólogo les aconsejó que no se preocuparan porque esto era algo relativamente frecuente y además se podía intentar solucionar con una terapia adecuada. El niño era un fuera de serie en lo abstracto y un completo negado en lo práctico. Así que se estableció un programa terapéutico que debía dar los frutos deseados en un año a más tardar. Ya desde las primeras sesiones el terapeuta advirtió que los resultados iban a depender en buena medida de la inversión de la gilipollez de Miguelito, que parecía tener más calado psíquico que las habilidades por las que destacaba su mente. A pesar de los diferentes métodos usados por el especialista para frenar lo indeseable y potenciar lo más valioso en la mente del niño, ning...