
A veces experimento una necesidad urgente de correr detrás del tiempo, de adelantarlo para encontrarme lo antes posible conmigo mismo, o con partes de mí mismo que sólo se manifestarán en el futuro. Pienso que nacemos para ir encontrándonos a lo largo de nuestras vidas; unos, los menos, lo consiguen y entonces dicen que se sienten realizados, que han encontrado el sentido de sus vidas; otros, en cambio, deambulamos por el mundo como Sherlock Holmes por sus historias, siempre buscando pistas que nos aproximen a una solución, a una justificación, a una excusa; unos pocos acabamos por comprender que no hay soluciones para nosotros y que buscarlas sin éxito es el sentido de nuestra existencia. Buscar aun sabiendo que no hay nada que encontrar es mejor que no buscar por el mismo motivo. Quienes optan por la inacción ante la ausencia de recompensa no sólo no se mueven por mor de una concepción utilitarista de la vida, sino que no se mueven en absoluto: están varados, apagados, muertos; porque el utilitarismo, aplicado a la vida, consiste en la vida misma (for the sake of living), en el movimiento vital, en ser por el placer de ser, existir por la gloria de existir, vivir para la epifanía de contemplar un nuevo amanecer, el esplendor hechicero de tu sonrisa, la luminosa alegría de tus ojos. Por eso yo me conformo sabiéndome incompleto, siendo consciente de que no lograré reunir y organizar los pedazos de mi propio rompecabezas en el plazo de tiempo que me ha sido concedido; me conformo porque sé que si me muevo me sentiré vivo, que el movimiento me dará vida, me dará tiempo (¡qué somos sino tiempo!), me consuelo sabiendo que existes y que amaneces cada día con el sol, para caldear mi esqueleto entumecido y para alentar mi espíritu de nómada indómito, mi naturaleza trashumante y vagabunda de judío sin herrar y errante , libre y solo frente al viento de la eternidad. Y también por eso corro a veces en pos de mí mismo, de mi yo futuro, menos por conocerme o reconocerme –y reconocerte a ti- dentro de unos años que por huir de la inmovilidad, del tiempo parado, del no-tiempo, de la sombra alargada de la muerte. O tal vez sólo sea que huyo de mi pasado, de los pedazos del rompecabezas que no supe o no quise encontrar para no completar el mosaico de mi propia vida, incompleta ya para siempre por voluntad propia, para cumplir mi caprichoso destino intuído. Y por eso, también por eso viajo, sin rumbo ni destino, sólo por el placer de viajar, pero también para buscarte. Y para encontrarte, y para conocerte, y para creerme ilusoriamente completo durante la eternidad fugaz de una mirada tuya, de esa luminosa y alegre mirada que me hace sentir inmortal. Inmortal y completo ¡Qué prodigio!..., qué aburrimiento.
Comentarios