
Lichtenberg se deleitaba con la hermenéutica de la hipocondría –son palabras suyas-. Su mundo era un mundo de dolencias y dolores, reales o ficticios, que junto a su cuerpo contrahecho, enriquecían de un modo paradójico la promiscuidad de su pensamiento. Gozaba contemplando lo raro, lo ajeno, lo extraño, lo inusual; por eso tenía su casa revestida con espejos. Era un pensador genial condicionado por un cuerpo y una mala salud de los que supo burlarse antes que de ninguna otra cosa, por eso no conoció el rencor ni la amargura ni le alteró la reacción de algunos ante sus invectivas; y por eso también supo atesorar una ironía en su vida y en sus escritos que era una fuente inagotable de buen humor y de sutil agudeza. Emitió opiniones y fabricó aforismos. Expongo algunos.
“Ningún invento le ha resultado tan fácil al hombre como el de un Cielo.”
“Dios creó al hombre a su imagen, eso significa, probablemente, que el hombre creó a Dios a la suya.”
“En el sistema de la zoología, después del hombre viene el mono, y entre ellos hay un vacío inconmensurable. Pero si un Linneo quisiera clasificar a los animales en función de la felicidad o de la placidez de su estado, algunos hombres vendrían, con toda seguridad, después del asno de molino y del perro de caza.”
“Cada hombre tiene también su ‘backside’ moral, que no muestra si no es necesario y cubre todo el tiempo posible con los pantalones del decoro.”
“A. ¿Por qué no apoya económicamente a su suegro?
B. ¿Por qué?
C. Es un hombre pobre.
A. Pero trabajador, y no tengo dinero suficiente como para hacer de él un vago.”
“Epitafio en memoria del profesor D.
Esta pequeña lápida que cubre los restos mortales del profesor D sería de orgulloso mármol, y hablaría de él con letras doradas, si esos restos, cuando estaban animados, hubiesen sido capaces de escribir todo cuanto se habían propuesto escribir."
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Un saludo.