
El problema del domino del pensamiento abstracto sobre los sentidos, del imperio de la razón sobre todas las cosas es que las acaba por sacar de quicio. El ‘Pienso, luego existo’ cartesiano es una premisa baladí (y tal vez errónea) sobre la que se construyó un universo liderado por la férrea dictadura de las Ideas que desnaturalizó la esencia misma de ese universo, que nada tiene que ver con lo que sobre él pensemos los humanos –y bien poco le debe importar-. La vida es como tiene que ser mientras no se demuestre lo contrario, y la inteligencia debe servir para cambiar de la vida lo que nuestra sensatez nos indique que se debe corregir y además sea susceptible de ser corregido. No comulgo con aquellos que pretenden que todo puede ser cognoscible, me parece una pretensión mentecata preñada de soberbia. Ni con quienes rellenan las lagunas del conocimiento con fantasías celestiales y promesas de profetas que que pretenden cautivarnos con mundos ilusorios de eterna fantasía. Sólo con los ojos de la bondad se puede aceptar el mundo sin pretender transformarlo sólo para nuestro capricho, sólo con el espíritu abierto a la concordia se puede aceptar que cada quien es cada cual sean cuales sean sus actos, y por mucho que estos nos pesen. Yo no doy crédito a la inane premisa cartesiana no sólo porque no soy Descartes, sino porque tampoco querría serlo. Yo pienso porque existo y no al revés, y si tuviera que elegir un eslogan, tal vez sería: ‘Te pienso, luego existo’. Porque sin ti el universo es un invierno eterno y frío; y las estrellas se visten de luto por tu ausencia; y los volcanes rugen como leones heridos y vomitan fuego de dragones abismales por sus bocas abrasadas; y los ríos fluyen hacia los hontanares para buscar tu rastro líquido; y el periódico de mañana anunciará que no hubo ayer, que nos faltará para siempre el día de ayer, el día en que te fuiste y dejaste al mundo desamparado y perdido. Y no hay agua suficiente en los océanos para regar con llanto el vacío que dejaste; ni hay razón que acierte a justificar tu marcha ni a convencerme de que puedo existir sin ti. Ni aunque la argumentara el mismo Descartes.
Comentarios
Creo que la vida es lo que nos pasa mientras pensamos y planeamos lo que queremos que nos pase. Pero habrá que seguir intentándolo. M.J.