
Nuestras vidas están regidas por el azar, al menos en lo fundamental. No podemos elegir a nuestros padres, ni dónde nacemos, ni qué aspecto vamos a tener, ni siquiera si vamos a ser buenas o malas personas. Si echamos un vistazo a nuestro pasado nos damos cuenta de que la mayoría de los sucesos importantes de nuestra vida han sido fruto de la casualidad. Por eso existe tanta gente trastornada, porque no se resignan a no ser dueñas de sus vidas. Las frustraciones y las neurosis nacen del choque entre nuestros deseos y los designios del destino, en virtud de un proceso mental disparatado que nos lleva a querer modificar locamente el destino en vez de modificar nuestras expectativas. Queremos amoldar el mundo a nuestros caprichos en lugar de marcarnos metas que se adapten a nuestra realidad objetiva. Si, por ejemplo, un señor pretende ser mister universo ha de tener en cuenta que es un requisito indispensable para tal propósito ser alto y guapo. Pero si es bajito y feo y aun así no se baja del burro se dará un batacazo de consecuencias que irán más allá de la desilusión de no ser admitido en el concurso, porque su deseo nace de una incapacidad para percibir correctamente su realidad, lo que le llevará a cometer errores similares o incluso más graves durante su vida a menos que acuda cuanto antes a un especialista.
Vivir una vida aceptable no es tarea fácil, aunque dispongamos a priori de unas facilidades que les están vedadas a los nativos de Ruanda o de Sierra Leona. Porque cuanto más fácil lo tenemos, más tiempo dedicamos a buscarnos problemas que en otras circunstancias no existirían. Es un hecho comprobado que en tiempos difíciles, en una guerra, por ejemplo, las depresiones caen en picado, nuestra mente simplemente no puede perder el tiempo deprimiéndose porque necesita toda su energía para tratar de sobrevivir al entorno hostil que nos rodea. En esas circunstancias adversas somos capaces de vivir cada segundo con una intensidad que nos asombraría. No pensamos en el pasado ni en el futuro, los límites de nuestro horizonte no van más allá del aquí y del ahora. En nuestra sociedad opulenta sin embargo casi siempre vivimos en otra parte, en otro tiempo, en otra realidad. No sabemos ver que el pasado es humo y el futuro bruma, que sólo el ‘aquí’ y el ‘ahora’ cuentan, porque ahora es cuando miro tus ojos y me estremezco; ahora es cuando el crepúsculo pinta de violetas y rosas el cielo y lo convierte en el más bello de los lienzos; ahora es cuando un niño está muriendo de hambre en los brazos de su madre, que sólo puede darle a beber sus propias lágrimas de impotencia y de dolor; y aquí es donde está mi mundo, donde se resume mi historia, donde se fragua, aun sin yo saberlo, mi futuro.
Comentarios
Saludos