Escribo para acordarme de que estoy vivo (porque el día que consigo con esfuerzo rellenar algunas páginas que decido no arrojar a la papelera porque considero que tal vez merecen –ellas, no yo- el regalo de una breve cuarentena tras la cual las releeré quizá con otros ojos, y entonces tal vez decida romperlas, o no, puede que de nuevo las devuelva al cajón donde guardo mis pensamientos errabundos para que sirvan un día lejano como prueba de que en un pasado que coincide con este presente tuve una identidad, fui, de otra forma a como seré entonces, pero sabré que fui, que pensé, que sentí, que escribí para no olvidarme de que estaba vivo.) Escribo porque sin escribir me convierto en lo que soy en mis pesadillas. Camus dijo que todos acabamos teniendo la cara de nuestras verdades. Yo debo de poner esa cara mientras duermo, porque en los sueños no puedo mentirme. Nadie se engaña cuando sueña, porque los sueños son los testigos ocultos de nuestras más íntimas verdades, los intérpretes de nuestras angustias y, a veces, los valedores de nuestras esperanzas. Escribo para conocerme y para olvidarme, para intimar conmigo y para guardar las distancias, para quererme y para odiarme. Escribo para entender a las personas, para reconciliarme con el mundo, para disfrutar de los amaneceres de paz y de los mares bravíos, para que el universo se convierta por unos minutos en la cueva materna de la que fui expulsado por un pecado desconocido que no cometí, pero cuya culpa me persigue como mi propia sombra. Escribo para no morir, para no tener que vivir muerto. Algún día escribiré para ti.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios
Un saludo; Luis.
Saludos