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Hasta siempre

La pasada madrugada murió la madre de un amigo. No era una madre cualquiera, como su hijo no es un amigo cualquiera. Él y yo compartimos los años de la niñez y la adolescencia en el colegio Puertosol. Era un chico formal, tímido y extrañamente seguro de si mismo. Con el tiempo averigüé que esa seguridad provenía del calor de su familia, una familia especial, de esas que envidias en cuanto convives aunque sea muy espaciadamente con ellas, una familia cohesionada por la tolerancia, la franqueza y el amor. Mi amigo, canalla imperdonable, tuvo una revelación en el momento adecuado: conoció a su futura esposa y madre de sus hijos, la mujer perfecta. Si alguna vez ha existido una pareja de la que sin lugar a dudas se haya podido decir que son tal para cual y todos los tópicos que se quiera y que suenan a huecos por falta de referencias reales, esos son ellos. Han encarnado y encarnan el mito del amor eterno. No ha sido un camino de rosas su proyecto familiar; el caprichoso azar les ha maltratado los últimos dos años arrebatándoles familiares muy cercanos y arrojando enfermedades sobre su progenie. Ellos lo soportan con una entereza que me devuelve la fe en los humanos, en algunos humanos, pocos pero que redimen a la humanidad entera.


La madre de mi amigo era una persona vigorosa y optimista que tuvo una digna vejez entregando su salud para cuidar a su marido enfermo. Hoy la recuerdo preparando peroles de patatas fritas para que su hijo y sus amigos afrontaran con vigor el reto de la selectividad. Era una mujer inteligente con un concepto de la vida muy elástico; relativista e irónica, siempre encontraba la vertiente buena de las cosas. Descanse en paz. Y que la paz acuda en auxilio de mi amigo y su familia.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Hace un mes prometí a mi amigo contestarle a través de su blog. O mejor dicho, de la ventana abierta de su pensamiento y de su corazón noctambulo.
No debo ser yo quien advierta de lo acertado o no de sus comentarios, no sería objetivo. Pero sí de la verdad que encierra en sí mismo. Lejos de los cumplidos, mi amigo Luís es una persona pragmática que erradicó hace tiempo la rutina para consumar las ilusiones. Es un autodidacta de los sueños, que consume y consuma desde una perspectiva desordenada, en apariencia.
Hace mas de 30 años Jorge Guillén le intuyo la vena literaria y, ante la pregunta ¿qué es literatura?, jugando con el apellido de mi amigo auguró: "el recorrido entre Ridruejo y Recuenco será literatura".
A Luís le debo la palabra oportuna con la que recordar a mi madre, el epitafio perfecto.
Hace unas horas me ha recordado que en los últimos años solo nos vemos en los funerales, y es cierto. La certeza de contar con su apoyo en los peores momentos hace fácil llamar a su teléfono, con la seguridad que responderá. Pero, como él afirma: "yo al mío no pienso asistir, pero si tú faltas estaré aún más muerto". Así que, querido amigo, a la espera que nos veamos muy pronto (evidentemente no en el cementerio), permíteme que me asome a esta ventana y comparta contigo algunas inquietudes, que espero sean comunes.
Hemos caminado muchas vivencias juntos y nos debemos "conversarnos" un buen vino.
Mi inexperiencia en estos medios, hace que dude de la extensión del comentario, sin embargo me gustaría incluir en éste, la visión sobre mi madre captada en los ojos de mi padre.

Un abrazo querido amigo,
JA
Unknown ha dicho que…
Mi padre se llama José y mi madre Carmen, nacieron en la alpujarra, la tierra granadina que alejo el mar empujándolo con sus montañas. Mi madre trascurre sencilla y callada, con sus ojos algo cerrados abrumados por el peso de las cejas. Sus ojos azules, claros como su limpieza, sin resquicios y sin nada que temer. Transcurre como el día, sin cadencia, sin cambiar su elegancia. Con el peso de las penas que acallar y sin prisas para que acabe; transcurre de principio a fin sin dejar de afrontar sus límites.
Mi padre está sentado, la mira con sus ojos vivos, solo su genio lo solivianta, el carácter cansado por haber permanecido callado ante muchas injusticias. Pero ahora está observándola, la mira extrañado-
-¿Por qué no te sientas?.
-¿Y quién hace las cosas, Pepe?.
-¡Esta mujer!, exclama contrariado. Mientras, su labio se abate hacia delante, se queda con esa expresión ausente, mientras recuerda.
Su padre, un hombre honesto, cansado de la explotación que se adueñaba de su pueblo, se fue. Embarcó hacia América. Se llevó la desilusión de quien abandona sus orígenes y la esperanza de quien cree en la verdad de las buenas ideas. Era un hombre de corta estatura, cargado de espaldas y de aspecto serio. Nunca se arrugó ante las adversidades ni dio un paso atrás por miedo. Por eso, cansado de las mezquindades y de las miserias que los pudientes repartían en la época en que España se convirtió en madrastra, se fue.
La continúa mirando, ahora ha cerrado la boca, aunque su labio prominente simula mantenerla abierta y al final bosteza. Levanta la mano y se toca la cara, con torpeza, después la levanta un poco más y se alisa el pelo. Por fin baja el brazo con cierta dificultad y vuelve a bostezar. Mira al suelo, sin pretensión de análisis, solo por mirar. Extiende de nuevo el brazo y con su mano acaricia el mantel de croché tejido por mi madre. Lo sujeta ligeramente entre sus dedos y la vuelve a imaginar joven. Piensa en sus ojos, en sus manos, en su boca, en toda la vida que han abarcado juntos. La imagina haciendo croché, moviendo los dedos y manos con extraordinaria destreza. Le está hablando y lo mira, sin dejar de entrelazar los hilos, la luz del ventanuco le ilumina el pelo y lo dibuja aún más claro, y la desea con esa ternura que se esconde en las almas cercanas.
Vuelve a mirar el pañito de croché y lo observa despacio, analiza cada hueco, cada pequeña cadeneta interminable. Por fin, pasa la mano suavemente sobre el tapete, suspira y levanta tranquilamente la cabeza. ¿Qué hora será?, piensa. Y vuelve a acomodarse en las ideas que desde siempre lo han mantenido vivo.
-¿Qué haces?
-Nada, aquí sentado. Llevo más de 6 meses sin salir, contesta irritado mientras empuja el aire indeciso y desesperado.
-¿No te llevó tu hijo el otro día a la calle?
-¡Ah!, un rato, al colegio de los niños. Con un jaleo…
-Es que los niños tenían la fiesta del deporte, le explica mi madre.
Mi padre asiente resignado, pero no se queda convencido.


Hasta otra, querido amigo

JA

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