Un colaborador del periódico 'El Mundo', Nico Rey, denosta a la inefable Pilar Rubio, inubicable en la taxonomía periodística, pero en mi opinión desenfadada showwoman de los programas de cotilleo sin veneno y además una chica de muy buen ver, porque al parecer de este periodista Pilar es una chaquetera. ¿Por qué? A su entender por haber decidido con libre criterio trabajar para otra cadena de televisión. No sé cómo abordar el tema sin usar epítetos descalificadores para don Nico. No se me ocurre ningún argumento aparte del obvio, que tiene que ver con el libre mercado y la respetabilísima opción que cada cual tome dentro de las reglas de ese mercado. Las obviedades se resisten a ser asistidas, argumentadas, defendidas, obviamente, sobre todo si pertenecen al universo de las libertades individuales dentro de un estado democrático del que durante algunas décadas estuvimos excluidos. Señor Nico, ¿a usted le pagan por sus escritos? Porque si es así, ya es más chaquetero que la por usted insultada, por la sencilla razón de que con sus escritos indecorosos se puede usted comprar una chaqueta. En mi humilde opinión también le vendría bien adquirir algo de vergüenza, pero ese valor no cotiza en estos tiempos, así que entiendo su postura, que tan habilidosamente esquiva cualquier escrúpulo. Y usted disculpe si por despiste o cortesía me he quedado corto con los epítetos a usted dirigidos.
¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...
Comentarios
De todas formas no le veo gran porvenir, aunque habrá que esperar que va a presentar. Si no fuera que al final es un ataque a la libertad individual, ¡a mi que me importa lo que pase!
Un abrazo