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O sea

Puede parecer una broma de mal gusto o una estupidez recogida por error como noticia, de hecho quiero pensar que es lo uno o lo otro, pero aparece en un diario de amplia tirada y puede ser cierto: “Musulmanes de Lleida no toleran el veto al burka y amenazan con ir a la justicia, y piden respeto para los derechos de todas las mujeres”.

Yo es que flipo, o sea, no sé, ¿vale?

Si no estuviera tan cansado detallaría mis vivencias en países musulmanes -casi por definición fundamentalistas- referentes a la degradación que sufren allí las mujeres. No tienen derecho alguno, y aunque caben matices la realidad es así de cruda. Un ejemplo: las mujeres que no llevan velo son tenidas por prostitutas, en el sentido más humillante del término. Es tal la represión y la presión respecto a la virginidad femenina como condición indispensable para el matrimonio que los varones se dan literalmente por el culo -perdón- para desahogarse, y por supuesto la indigencia les lleva a ofrecer servicios sexuales a los turistas de cualquier sexo -otra vez perdón, joder-.

No tengo palabras, flipo, o sea, no sé, ¿vale?


(Si alguien quiere ver en este post intolerancia o xenofobia, pues vale, pero yo en principio me tengo por liberal)

Comentarios

El Doctor ha dicho que…
Soy lector de las obras de Margaret Mead,la gran antropóloga.En sus libros describe las costumbres de los nativos que tanto nos choca a nosotros,los que trabajamos en oficinas límpias y asépticas catorce horas diarias.Describe como una tribu se comía a sus muertos,y otra,a pocos kilómetros,los sepultaban con rezos.No se por qué te cuento todo esto,pero las grandes inmigraciones nos ha traído costumbres ancestrales muy bárbaras y difícil de erradicar.Nosotros los occidentales no obligamos a nuestras mujeres a ir tapadas ni sometemos a nuestras hijas a la ablación de clítoris,pero ellos se sorprenden a la vez de muchas de nuestras costumbres.Hace tan solo cien años nadie sabía nada de nadie.Ahora las inmigraciones nos revela el aldo oscuro de la condición humana.
Luis Recuenco ha dicho que…
Tienes toda la razón, Francisco, y las sociedades cristianas han sido por lo general más intolerantes que las musulmanas (El Santo Oficio, los pogromos contra los judíos, etc., incluso en nuestra época de libertades civiles, los Estados Unidos dan muestra de intolerancia y xenofobia cada dos por tres), pero la llegada de la de la democracia a los gobiernos occidentales ha iniciado un progresivo proceso de reconocimiento de derechos a grupos antes marginados, como las mujeres, quienes aunque parezca que siempre los han disfrutado, sólo hace un puñado de años que se les concedió el derecho al voto y se les reconoció el alma por parte de la iglesia cristiana. Se trata de conquistas conseguidas después de muchos años de lucha que han dejado cadáveres por el camino camino. Por otra parte, una mujer musulmana no puede elegir no ponerse el velo sin ser excluida de inmediato de la comunidad, y si se le ocurre cometer adulterio le puede caer una lapidación. ¿Consentiremos esas costumbre bárbaras en nuestra sociedad tolerante? Se trata, en mi opinión, de una batalla entre la tolerancia y la intolerancia, y es una batalla desigual porque la intolerancia cuenta con sus armas y con las de la tolerancia, que solo dispone de las suyas. Si esa grandes migraciones se van a traducir en sociedades multiétnicas habrá que establecer unas reglas de juego para no andar todo el día a tortas (como ya pasó, por ejemplo, en la España andalusí de las tres religiones, que se soportaban por motivos comerciales pero que también andaban siempre a la gresca por un quítame allá esa pajas).

Un abrazo.

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