Tumbado en la hamaca de la azotea, tomando baños de luz de la espléndida luna de marzo, Bvalltu parece reflexivo. Yo, cuando lo veo así, me echo a temblar, las reflexiones de Bvalltu no son moco de pavo, y siendo tozudo en defender sus argumentos, por precarios o disparatados que estos sean, acaba por embrollarte de tal modo que al final ni sabes de lo que estás hablando, o acabas tan desquiciado que dejas de lado la retórica y optas por el vocerío verdulero que tanto le gusta a este bicho.
-¿Sabes la diferencia fundamental entre un pobre de un país pobre y un pobre de un país rico? -pregunta sin dejar de mascar un trozo de jamón que se le quedó entre los dientes al mediodía.
-Pues así de pronto no.
-La diferencia esencial es que el pobre del país rico sueña con poseer algún día un Mercedes 500; y el pobre del país pobre sueña con llegar a tener 500 Mercedes. Puede parecer algo sutil, pero en esa sutileza radica la base de todos los conflictos humanos. -Escupe la tira de jamón y eructa.
-Perdona, Bvalltu, pero me parece que simplificas demasiado las cosas.
-¿Para qué complicarlas, lo que es, es; y lo que no es, no es. Esto lo dijo un eminente filósofo que me reconcilió con la filosofía, ¡qué profundidad! ¡qué minimalismo! Cuánta verdad encierra esa sola afirmación.
-Ya, Bvalltu, pero como te decía el problema está en que la realidad es compleja, la vida es complicada, y no se puede resumir en una frasecita de márketing, en un eslógan de bolsillo. Todo es mucho más complejo de lo que imaginas o quieres imaginar.
-Venga ya, tú, que te escudas en los libros y en extensos conocimientos que supuestamente te acercan a la verdad solo para justificar el aburrimiento monumental que esta procesión de días clonados te produce, el tedio cansino que es la vida y su monotonía. Las pajas mentales os las hacéis los que queréis creer en algo sin estar seguros de qué es eso en lo que deseáis creer, y que en el fondo os da igual, siempre que os traiga la devoción abnegada de las monjas para que la cómoda fe os rescate del vértigo del sinsentido y os cobije del aguacero del tiempo.
-Vuelves a simplificar, Bvalltu. Te digo que las cosas son más complicadas, y sí, creo que el conocimiento, aunque no aporta una única verdad, sí hace al hombre más libre, y eso es bueno. Además, ya sabes que el saber no ocupa lugar.
-Precisamente por eso hay tanta cabeza hueca -risa asmática de Bvalltu que se ha encendido un puro apestoso. -Fíjate en los gatos, ellos sí que saben.
-¿Los gatos?
-Sí, en ellos se detiene el tiempo, el gato es un animal inmortal que se hace corpóreo en muchos mininos y renace cada vez que uno de ellos la diña. La diña ese gato, pero no 'El Gato', ¿capichi? Cualquier gato de cualquier época se enrosca en el sillón mirando con ojos adormilados la quietud absoluta del tiempo. ¿Se aburren? No, os desprecian, y lo demuestran con ostentación. Los gatos, corderillo, los gatos...
-Mira Bvalltu, déjate de gilipolleces metafísicas que hoy no me vas a cabrear, hace una luna hermosa y sus rayos penetran el vaho húmedo del mar en una alegoría de la grandiosidad del universo.
-Joder, tío, ¿y yo soy el gilipollas? Mira tú aquí el Bécquer. ¿para eso te ha servido tanta lectura y tanto máster carísimo? ¿para soltar pamplinas?
-Si la educación te parece cara prueba con la ignorancia. Se te daría de maravilla.
-Bueno corderillo, ¿y de cena, qué? Estoy que rujo.
Entro en la cocina a recalentar una sopa. Según Bvalltu, formamos un buen equipo para las tareas domésticas: él ensucia y yo limpio, yo cocino y él come; y así todo. Qué cruz, Señor, cómo me gustaría tener fe y aceptar con agrado esta penitencia. Pero lo que es, es; y lo que no es, no es. (Lo que faltaba, ahora plagio a Bvalltu)
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