Como
no puedo dormir -para variar- y en este hotel de Roma solo puedo ver
una cadena en español que no para de comentar la noticia del
referendo convocado por el mandatario griego Papandreu no he podido
evitar formarme una opinión. El órdago de Papandreu es tan
obviamente falso, tan suicida, que solo puede tener una explicación:
asustar a su propio pueblo. Si los griegos comprenden que solo el
rescate europeo les puede salvar a pesar del esfuerzo que se les
exige, elegirán Europa. Y su primer mandatario tendrá a la fuerza
el beneplácito de su pueblo. La maniobra es arriesgada y
cuestionable, además de audaz, pero es un intento político de baja
estofa al que no le faltarán politólogos defensores de su
excelencia. Así es la política.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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