Es
difícil acostumbrase a dejar de ser joven, porque joven es lo que
uno ha sido toda la vida. La frase es de Oscar Wilde, que como murió
joven no tuvo tiempo para cosechar el fruto de su ingenio. ¿Y lo
deseaba? Ni puta idea, porque al carecer de ese envidiado -no cabe
duda- y endiablado reflejo intelectual no puede uno -seguro que sí
otro- tener la seguridad de si hablaba el hombre por experiencia
propia -dudoso, murió relativamente joven- o si brindaba otra de sus
frases a la posteridad. En cualquier caso, él fue joven toda su
vida. Porque su talento no fue concebido para durar más que su ardor
juvenil. Y porque los genios deben morir a tiempo. Hay que saber
cuándo morir, y si no se sabe reconocer la fecha con exactitud,
tratar de no morir el día de antes.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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