Hoy ha sido un mal día. He madrugado,
he tomado un desayuno indigesto, he resuelto con mucho esfuerzo
asuntos mañaneros sin duda concebidos para amargarme el día; he
tomado un almuerzo suculento que me ha sentado como un tiro; la
siesta, como siempre, ha sido un infierno; y solo una tarde de
agradable esfuerzo personal sin sentido práctico -no entraré en
detalles- me ha deparado la ilusión de una velada nocturna en la que
una cena compartida con una chica joven y bella que quiso para los
postres reservarme una sorpresa 'íntima' en un recóndito lugar
donde, si accedía a acompañarla, me desvelaría los arcanos
secretos del éxtasis sexual, consiguió animarme. Pero a los postres
estaba reventado y con la libido en las antípodas gracias a un plato
innovador a base de seso de cangrejo y criadillas de búfalo que me
desinfló la moral. Mi bella acompañante se fue diluyendo ante mis
narices por los efectos de un vino cosecha del 54 que me transportó
a una época sin duda excitante pero de costumbres incómodas de
mantener en un restaurante postmodernista situado en el culo del
mudo. La acompañé anhelando una promesa erótica que me
arreglara el día. El apartamento de diseño me mareó. El chulo de
la simpática chica hizo el resto. Estoy muerto y además jodido. Hoy
ha sido un mal día.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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