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Jobs y el iPad (para Francisco Jiménez, con cariño)


Supongo que establecer un debate sobre los logros en la carrera tecnológica de Steve Jobs sería entablar un diálogo que agotaría a los contertulios antes que al tema. A ver, que la invención y comercialización masiva de la bombilla eléctrica por Edison -solo posible gracias a la previa existencia de fuentes de energía asequibles para los hogares- supuso una revolución -a costa de la milenaria vela- que mejoró de manera eficiente y barata la vida de una sociedad desarrollada y altamente receptiva a tales mejoras es hoy un hecho histórico indiscutible. La bombilla fue una bomba. Y el tiempo le ha dado la razón manteniéndola a despecho de las modas y porque no ha habido invenciones más convincentes en ningún sentido. La pregunta es : “¿Cuántos inventos similares han sucedido desde entonces?”. Solo se me ocurre uno, la informática y, sobre todo, el universo internet, que han cambiado el paradigma social en muchos de sus términos, y por eso es posible afirmar que estamos ante un panorama de progreso insospechado hace apenas cuarenta años. Pero ese horizonte debe irse concretando en avances sólidos y sostenibles que consoliden una sociedad futura basada en pautas burocráticas mucho más ágiles en todos los estamentos sociales. Menciono la burocracia no por azar sino porque estoy convencido de que es, para bien o para mal, el engranaje que posibilita el avance de la sociedad como un todo. Los saltos en el progreso de los pueblos han sido posibles únicamente por la aceptación de los ciudadanos de nuevas formas de hacer las cosas, que paradójicamente han tenido que ser impuestas por las administraciones. Excepto en las últimas cuatro o cinco décadas. No es de mi competencia valorar las consecuencias sociológicas que el libre mercado asociado a la nueva dimensión tecnológica tienen sobre la sociedad de consumo -que a su vez alimenta la oferta de las empresas, y así sucesivamente- pero no se me escapa como consumidor la cantidad de artilugios que se ofrecen al amparo del 'no va más' de la tecnología cuya utilidad es cuando menos dudosa. Y ahí aparece, a mi entender en lugar destacado, el iPad de Apple y sus réplicas o alternativas procedentes de otras compañías. Soy, lo confieso, un fanático de los 'gadgets'; hace años que desestimé el sistema operativo de Windows y me enamoré del Unix -que es el núcleo de los ordenadores Apple-; mi sueño de un 'smartphone' de la compañía de la manzana -mucho después del fallido Newton- se vio cumplido con el iPhone; el iPod y las descargas musicales me pareció el sueño realizado de un genio, de Steve.

Pero, aparte de sus ventas desorbitadas, y de su espectacular diseño, ¿sabría alguien decirme qué posee un iPad que no tenga un, digamos MacBook Air de 11” en mayor dimensión y que justifica la diferencia de precio y de prestaciones? ¿Por qué ejecutivos y empresarios -muchos de estos vírgenes digitalmente hablando- han optado masivamente por el iPad, solo porque para ellos es una especie de Ferrari de la informática con el que vacilar? Humildemente, creo que el gesto del dedito haciendo como que pasas página tiene algo que ver, te enteres o no de lo que vas viendo, pero si no lo haces -pasar página y/o enterarte- eres un soberano cateto. Genialidad de Steve, acomplejar a toda la clase empresarial del mundo si no porta un iPad.

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