Toby era un perro abandonado, pero él no lo sabía. Como no
sabía que se llamaba Toby, pero si alguien lo hubiese llamado por
ese nombre lo habría sacudido una mezcla de alegría y de alivio.
Porque desde que su familia lo extravió la preocupación y el miedo
se habían instalado en su vida, y aunque como perro estaba
genéticamente preparado para sentir sin alarma sensaciones nacidas
de su instinto nunca antes las había experimentado, no al menos las
relacionadas con la supervivencia, porque era un miembro más de una
familia que lo cuidaba y lo alimentaba con celo y puntualidad y por
ello su instinto estaba adormecido. No sabía cuánto tiempo llevaba
solo, como perro era incapaz de compartimentar el tiempo del que solo
sabía que amanece y después anochece y luego otra vez amanece y
anochece, y así desde que guardaba memoria. Solo sabe que un día,
estando en el campo de picnic junto a su familia, lo hicieron correr
y correr tras una cosa que volaba y zumbaba, un juguete que le habían
regalado a su amito y que el niño adoraba. Llevaba un tiempo
corriendo, jugando a tratar de alcanzar ese objeto cuando oyó un
llanto lejano y el ruido de un coche al arrancar, Preocupado, volvió
donde dejó a su familia y solo vio campo y al fondo la carretera, y
un sol que se ocultaba tras las montañas, y un frío que le nacía
en el estómago. No entendía lo que podía haber pasado, pero estaba
seguro que volverían a por él. Se tumbó sobre la yerba y esperó
hasta que la noche lo envolvió en el sueño. Lo despertó el rocío
acariciado por los primeros rayos del sol. Seguía sin entender qué
había pasado, pero siguió esperando con la seguridad de que su
familia volvería. Sentía hambre pero no se atrevió a moverse por
temor a que llegasen mientra él buscaba comida sin saber cómo se
hacía eso, y cuando ya no pudo aguantar más decidió que tal vez si
se tumbaba en la carretera sería más fácil para su familia
encontrarlo porque tal vez, ya se sabe lo despistadas que son las
personas, lo que ocurría era que no recordaban el sitio exacto y
andarían buscándolo por todas partes. Sabía que con tanta hambre
como sentía le pondrían el plato con la comida enseguida, siempre
había sido así. Pero un extraño sentimiento nunca antes
experimentado le encogía las patas y minaba su seguridad. Vio a los
coches pasar por la carretera a gran velocidad. El hambre comenzaba a
ser insoportable. Recordó al niño, su amito, y a sus padres y las
miradas apagadas de estos mientras se dirigían al picnic. Recordó o
soñó borrosas escenas grabadas en su mente que nunca había vivido,
eran recuerdos atávicos de siglos y siglos, cuando sus antepasados,
raza orgullosa y libre, eran perseguidos por las personas, y fueron
capturados o matados, y luego domesticados y sometidos a esfuerzos e
indignidades durante tanto tiempo que al final perdieron el orgullo
además de la libertad, y después fueron aceptados como miembros de
familias durante mucho tiempo, hasta que llegó el abandono, la
traición, el desprecio. Caminó con tristeza hacia la carretera y se
tumbó, sin resto alguno de esperanza, a esperar. Solo a esperar.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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